domingo, 16 de octubre de 2016

POETISA

A veces una gota puede vencer la sequía... Shaira, mi amiguita de la infancia solía tararear esta canción mientras jugábamos con mi muñeca. Un día, movida por la curiosidad, le pregunté que donde la había aprendido y me dijo, que se la había enseñado su abuela quien se la cantaba constantemente.

Me pregunto que será de ella. Recuerdo el día que nos vimos por última vez, ella se fué con su madre en un viejo camión atestado de gente, llorando y apretando fuertemente la muñeca entre sus brazos; había llegado la noticia de que su abuela había muerto. No tuvimos tiempo ni siquiera de despedirnos, simplemente le di mi muñeca y ella la cogió y la apretó fuertemente contra su pecho. Yo me quedé allí mirando como se alejaba, mientras un sol intenso que se iba ocultando en el horizonte alumbraba todo el paisaje y le daba vida a las sombras. Yo también lloraba. Detras de aquel episodio quedaron nuestros innumerables días de juegos y nuestra amistad.

En aquel lugar no había escuela, por lo tanto cualquier hora del día era buena para jugar, tampoco había juguetes así que correr contra el viento, cantar o simplemente bailar para que se levantara el polvo eran algunos de los juegos que nos inventábamos, y por supuesto, que mi muñeca ejercía un poder mágico sobre Shaira. En aquel entonces no lo entendía, pero mi amiga era con la única con quien me permitían jugar, decían que porque no estaba contagiada. Un día mientras vestíamos y desvestíamos a mi muñeca una y otra vez, le pregunté que siginficaba su nombre y ella me dijo que no sabía, que se lo preguntaría a su abuela.

Su madre estaba muy enferma y estando ingresada en el humilde e improvisado hospital de la zona, se recuperaba muy lentamente, por lo tanto, habíamos adoptado a Shaira momentáneamente mientras su madre se curaba; vivían ellas en un cacerío lejano en donde no había doctores. Han pasado muchos años ya de aquel tiempo, era yo una niña de cinco años y mis padres ejercían como médicos para una ONG que prestaba ayuda humanitaria.

A veces una gota puede vencer la sequía... Ahora soy yo quien tararea el estribillo en recuerdo de mi pequeña amiga y de aquellos tiempos felices de mi infancia, mientras espero para abordar. Iré allí otra vez. Es mi deseo ejercer como médico en aquel lugar, anhelo volver a ver ese sol rojizo detrás del horizonte, remembranza imborrable que con el paso del tiempo ha embellecido en mi memoria el recuerdo de la cruenta realidad que imperaba a mi alrededor, dándole color a aquel tiempo de mi niñez. Poetisa, ese es el significado del nombre de mi amiga.

(María de la Luz)
16-10-2016

jueves, 13 de octubre de 2016

La Torre Eiffel desde la ventana


La economía de mi bolsillo me había obligado a coger aquella muy buena y tentadora oferta que por todas las redes sociales publicaba la conocida aerolínea. Así que por ajustarme a mi presupuesto, cosa que era imprescindible, y por las incontenibles ganas que tenía de visitar mi hogar materno lo antes posible, escogí aquel vuelo que me llevaría a mi destino tras una breve escala en París.
Era la primera vez que realizaba un recorrido de tal naturaleza. Muchas horas de vuelo, una escala en Francia y la travesía de pasar por cinco aeropuertos iban a ser mi itinerario de viaje. He de confesar que la emoción de la aventura me embargaba, pero al mismo tiempo estaba consciente de que sería un muy largo y agotador viaje que haría en solitario y sin mas compañía que mi equipaje, por lo tanto no dejaba de asustarme un poquito aquel osado recorrido.
Esta vez y como siempre, me acompañó la buena estrella; he de confesar que siempre he presumido de tenerla en todos los asuntos de mi vida. Así que los cinco aeropuertos, los controles de seguridad, los innumerables escáneres, las puertas electrónicas e inclusive las cacheos físicos a mi persona y a mi equipaje de mano, que tuve que sortear en este viaje que describo, resultaron realmente risibles de cara a las grandes expectativas que me había generado, sobre todo cuando pensaba que mis escasos conocimientos de francés no me iban a ayudar mucho a la hora de que necesitara explicar algo o responder alguna pregunta en la escala que tenía que hacer en el aeropuerto Charles de Gaulle en París, si así fuera necesario; por lo tanto, al no tener ningún tipo de complicación y por el contrario al toparme con caras amables y sonrientes en los controles, aquel viaje resultó ser una enriquecedora y grata experiencia.
Cuando ya sobrevolando Francia, nos anunciara el capitán de la aerolínea que estábamos próximos a llegar al aeropuerto Charles de Gaulle, recuerdo que con mi móvil en mano y preparada para tomar fotos desde la ventanilla del avión, me dispuse a no quitar la mirada ni un instante de la misma, de modo de poder conocer y admirar desde las alturas la ciudad de la luz; para mi suerte era de día y un cielo claro y despejado permitía al sol iluminar a la hermosa ciudad. Ya sobre París, que me resultó ser muy grande y bonita, me di el gusto de fisgonear a través de la ventanilla con atención todo lo que pudieran captar mis ojos, especialmente buscaba a la famosa Torre Eiffel, que con ansias internas anhelaba ver.
Observando muchos edificios, urbanizaciones, zonas verdes e impresionada por el ancho rio sena que atravesando la ciudad de largo a largo parecía dividirla en dos mitades iguales no quería perder detalle de todo cuanto veían mis ojos, sobre todo por lo que parecía ser mi obsesión, ver la Torre Eiffel.
Y de repente allí estaba. De un color cobre oscuro y cubierta de brillo apareció ante mis ojos bien puesta sobre una amplia zona verde llena de árboles, como consecuencia una espontánea sonrisa se dibujó en mi rostro. Tratando de detallarla lo mas que pudiera me di cuenta que debía ser muy alta pues las casas que observé a su alrededor se veían diminutas. Belleza y singularidad, sensaciones que se impregnaron de mi al mirarla. Maravilla del ingenio del ser humano pensamiento que me invadió. Sentí alegría por tener el privilegio de verla y acto seguido tomé la decisión de no hacer ninguna foto, pues era mas importante no perder ni un instante, y aprovechar al máximo su visión mientras la velocidad del avión me lo permitiera que perder valiosos minutos al manipular el móvil para enfocarla.
La recuerdo como si de una niña bonita se tratara, que danzando sobre un hermoso jardín verde fuera la predilecta y presumida hija de la hermosa ciudad de la luz. Tal es el imborrable recuerdo que me quedó de aquel sorpresivo y estupendo viaje, ver la Torre Eiffel desde la ventana.
María de la Luz
(13-10-2016)

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL FINAL DE MI HISTORIA


Entré en el recinto, y para mi mayor comodidad, el lugar estaba solo, así que un encantador silencio me dio la bienvenida. Nada mas franquear la puerta, lo primero que me llamó la atención fue el cuadro de los ojos de mirada triste. Entraba yo en una sala de exposiciones donde eran expuestas bonitas y originales pinturas, colgadas sobre paredes muy blancas. La mirada triste de la chica de ese cuadro me siguió todo el tiempo que estuve allí.
El silencio del que hablé al principio pertenecía solo al recinto, porque después de estar un rato allí y haber visto todas las obras expuestas, caí en la cuenta de que a mis oídos llegaba el sonido de lo que parecía ser el tintineo de vasos, platos y cubiertos. Realmente la sala de exposiciones era pequeña y estaba ubicada en la planta baja de la universidad, en medio de pasillos llenos de aulas y otros ambientes.
Tengo la manía de sentirme tan a gusto cuando me encuentro a solas en algún lugar, que tengo la tendencia de magnificar el silencio del sitio. También me suele pasar que soy presa de la capacidad que he desarrollado de unir mi propio silencio con otros silencios que siempre tengo la suerte de encontrar a mi paso. Así que sintiéndome tan cómoda y a gusto con el silencio no es necesario que explique que estos estados tan personales duran realmente poco, sobre todo cuando estoy fuera desarrollando cualquier actividad propia de mis quehaceres cotidianos como colaboradora del digitalsur.com; pero no por ser cortos son menos intensos e inspiradores.
A causa del sonido que llegaba a mis oídos, que al parecer era originado por la manipulación de menaje y que me sacó de mi abstracción de silencio y observación, y guiada por la curiosidad, decidí dirigirme hacia el lugar de donde provenía tal ruido, con lo cual descubrí que al lado de la sala de exposiciones estaba la cafetería de la Universidad. Aquí aprovecho para decir que era la primera vez que visitaba aquella casa de estudios universitarios del sur.
Entonces, me adentré en aquel ambiente totalmente distinto al anterior, me senté allí, pedí un café y pensando en aquella mirada triste me dispuse a escribir, pues había encontrado la inspiración para narrar el final de mi historia.
María de la Luz
22-09-2016


domingo, 4 de septiembre de 2016

LO QUE EL MUNDO ME DICE

Cuando salgo fuera no voy ni con gafas oscuras ni con música en mis oídos, por el contrario voy atenta a lo que el mundo me dice. Me esmero en entender los susurros del viento a su paso por mi lado, me deleita imaginar que me baño de colores, en especial de ese hermoso azul que muy generosamente nos regala el mar. Me encanta escuchar frases sueltas de conversaciones desconocidas e imaginar asombrosas historias. Oigo que mis recuerdos me llaman, me detengo, dejo que se acerquen y que vengan conmigo a donde quiera que voy. Me convierto en una gran observadora de lo pequeño, de lo diminuto, de lo que pasa desapercibido, y me doy cuenta de que hay lugares de luz y lugares de oscuridad, que los fantasmas, monstruos y demás seres invisibles también están ahí por doquier, que siguen y acompañan a las personas ya sean familiares o amigos y que se puede hablar con ellos. Descubro millones de estrellas llenas de pedacitos de cielo, también descubro que los árboles cantan, que las olas del mar juegan y ríen a carcajadas todo el tiempo, y si camino muy rápido desacelero mi paso porque así entiendo mejor lo que el mundo me dice. A mi paso voy viendo personas que gritan su angustia presumiendo de felicidad. Aprendo que hay otras palabras detrás de las palabras, que hay otras lágrimas detrás de las lágrimas y que hay otras sonrisas detrás de las sonrisas. Que las sequías, los desiertos y las pobrezas están dentro, pero que también hay pobrezas afuera. Veo a niños y jóvenes esclavos de sus teléfonos, perdidos tras un tropel de fotos y a adultos también, pero no sucumbo a la desesperanza, me miro en ese espejo y entonces dejo volar mi imaginación, escucho a otros mundos imaginarios que también me hablan y dejo que momentos de magia llenos de creatividad me envuelvan, me convierto en lugares recónditos y creo personajes extraordinarios. Asumo que es una maravilla de la intuición y de la percepción esa voz interior que me habla y que solo es posible escucharla cuando se apartan los ruidos de la superficialidad. Sigo caminando, me detengo en mi misma y esta vez soy yo la que le responde al mundo, hilando historias y presentándole a mis personajes. Vuelvo a imaginar que me baño de colores, hablo con el mar, escucho los sonidos que apaga la bulla, respiro y siento mi respiración, percibo sutiles aromas, descubro una soledad mágica llena de sabiduría, aparece lo simple que me quita peso, dejo que el sol me alumbre e invoco a la lluvia, entonces se dibujan en el paisaje los misterios del universo, por eso cuando salgo fuera me aseguro de que mi teléfono esté en lo mas profundo de mi bolso, no llevo gafas ni música en mis oídos porque voy atenta a lo que el mundo me dice.

María de la Luz

miércoles, 17 de agosto de 2016

LA TIERRA DEL JOROPO Y LA MORENITA

La TIERRA DEL JOROPO también te canta y baila, Morenita. Allende los mares yacen sembrados muchos de tus hijos. Allá en la llanura inmensa, bajo el sol tropical, en aquel hermoso continente de grandes ciudades y profundas selvas al son de tambores, zapateo, arpa, cuatro y maracas llegan rumores de folías y cánticos Canarios que con alegría y devoción te rememoran, por eso, hoy tu hija VENEZUELA se presenta ante ti con A.F. YACAMBÚ, un ramillete de flores, hermosas orquídeas que con sonrisa en el rostro, luz en la mirada, movimientos multicolores, contoneo en sus caderas, dibujan un destello tricolor que te venera. ¡Escucha! La encantadora y dulce melodía de nuestra ARPA viaja a través del mar e irrumpe como mensajera de ESPERANZA, entonamos un JOROPO y al vaivén de nuestros sombreros pelo e’guama y al ritmo del agitado movimiento de nuestras faldas, te pedimos por los de aquí y por los de allá.
A propósito de la representación VENEZOLANA el 15 de Agosto 2016 ante la Virgen de La Candelaria en su día. Tenerife.