jueves, 19 de julio de 2018

AQUELLA NOCHE


Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido para que los demás no se dieran cuenta. Había estado esperando aquel acontecimiento por mucho tiempo y el momento había llegado, por lo tanto, en aquel instante anhelaba con todo mi corazón ser valiente. Caminé sigilosamente entre mantos, reclinatorios y veladoras con sumo cuidado de no tocar sus alas, pues me parecían tan sutiles que temía que desaparecieran con el solo soplo de mi aliento, por eso, muy a menudo contenía mi respiración. No me atrevía a alzar la mirada por temor a que alguien me detuviera, así que todo el tiempo miraba mis pies descalzos tocar el mármol del piso a cada paso que daban mientras me sentía un tanto extraño. De vez en cuando su revoloteo me hacía trastabillar, pero seguía adelante sintiendo una fuerza misteriosa que me empujaba haciéndome creer que en algún momento emprendería el vuelo. Mientras mis brazos rodeaban su pequeña humanidad, no cesaba de pensar en el momento en que desperté y lo vi a mi lado. Cuando llegué al borde, un viento suave echó mi cabello hacia atrás, y el pequeño ángel desprendiéndose de mis brazos emprendió el vuelo no sin antes tenderme su mano e invitarme a ir con él, miré a mi alrededor y observé por última vez mi habitación, todas mis pertenencias estaban allí como de costumbre. Antes de irme me despedí de mis juguetes y le lancé un beso a mi madre que dormida yacía sobre el sillón junto a mi cama.

sábado, 9 de junio de 2018

DESPEDIDA


Era el primer domingo del que fuera nuestro último otoño juntos y mientras tocaba te fuiste. Aún resuenan en mi cabeza los acordes de mi guitarra. Nuestra relación se dirigía hacia un inevitable invierno y los dos queríamos desesperadamente emigrar hacia algún lugar donde pudiéramos evitar el frio. Estaba claro que nuestra estación preferida era el verano y que daríamos cualquier cosa por pernoctar en ella, aunque eso significara comenzar de nuevo y trasladarnos a otros lares. Las notas musicales de aquella canción acompañaron tus pasos en el preámbulo de tu partida. Tu maleta estaba hecha hacía algunos días. No fueron necesarias ni preguntas ni respuestas, porque a ambos nos invadía una cómoda complicidad en aquel momento. Siempre lo supimos, preferíamos descubrir otros soles en el horizonte, sucumbir a  la irresistible tentación de sentir nuevos rayos de sol destemplando nuestra piel, e ir tras la excitante aventura de disfrutar olores y sudores diferentes, inclusive de dejarnos lavar los arrepentimientos en playas recién descubiertas.  Con mi canto impedí la tan temida despedida y nos liberamos de dar explicaciones. Lo único que pudiste decir antes de cerrar la puerta fue, que era una bonita canción mientras yo asentía con la cabeza y tarareaba el estribillo.

lunes, 7 de mayo de 2018

UN PUÑADO DE CARAMELOS


En aquel paraje cuando el viento movía las ramas de los árboles se dejaba oír un sonido quejumbroso como si alguien estuviera llorando, era como un débil lamento que le daba un hálito de misterio al lugar, pese a ello, era hermoso, estaba muy bien cuidado y sacaba palabras de admiración de los viajeros que pasaban por allí.
Martica decidió guardar algunos caramelos desde que se dio cuenta que Antonio Biruela construía un recinto igual al de ella. El hombre trabajaba sin parar y cuando colocó el ángel, segura estaba que pronto, al día siguiente quizás, llegaría otro niño que le haría compañía. Así había sucedido cuando Elenita llegó a aquel lugar, pero pronto su abuela la había ido a buscar y ya no la vio más.
La madre de Martica le llevaba todos los domingos una bolsita de caramelos y algún juguete, con lo que siempre tenía con qué entretenerse, pero echaba de menos tener con quien jugar. Así que entusiasmada, Martica vislumbró venturosas tardes de juegos en las cuales ya no correría entre las flores ni subiría a los árboles sola.
Siendo muy joven Antonio Biruela comenzó a plantar petunias en un pedazo de terreno que él mismo había escogido, desde entonces ya no había parado ni de plantar flores ni de enterrar muertos. Las conservadas tumbas cuidadosamente identificadas con sus correspondientes nombres y fechas, surgían de entre  petunias, claveles, rosas, margaritas y floridas trinitarias, pero su verdadero arte estaba en los sepulcros que hacía para los niños, eran pequeños mausoleos llenos de encanto y ternura capaces de albergar la felicidad eterna de cualquier infante.
A la mañana siguiente a Martica la despertó el sonido de la lluvia. Al asomarse a la ventana de su pequeña capilla un aguacerito menudo acompañaba el cortejo fúnebre que veía venir. Al divisar la pequeña urna blanca una sonrisa iluminó su tez morena, cogió un puñado de caramelos, y presta se dispuso a dar la bienvenida al que desde ahora en adelante sería su nuevo compañero de juegos.

viernes, 16 de marzo de 2018

FANTASMAS

Esos recuerdos que se agazapan en el alma y se esconden no se sabe donde, pareciera que tienen subterfugios mágicos para hacernos creer que se han difuminado y que ya no existen; pero de repente, aparecen en forma de una sutil estela de humo que llama nuestra atención, convirtiéndose al primer soplo de nuestro aliento en una llamarada.



sábado, 10 de marzo de 2018

LA FOTO

-¡Qué extraño!. No recordaba haber hecho esa foto-. Balbuceaba mientras llenaba su copa con ese whisky caro con el que se emborrachaba cada noche desde que su marido la dejó. Como de costumbre se sentaba en el elegante sillón del centro y allí permanecía largas horas en estado contemplativo. La sobria estancia estaba plagada de fotos que daban cuenta de veinte años de feliz vida matrimonial, y por supuesto que la foto de su enlace nupcial presidía el cortejo de todas las demás, colocada en el centro de la pared del fondo, con su exquisito marco de plata y de gran tamaño mostraba una pareja primorosamente vestida, ella con su precioso ramo de rosas rojas y él con su bastón negro con empuñadura de oro. La verdad que había tomado una muy buena decisión al escoger esa tela de organza de seda natural color crudo para su vestido de novia, pensaba para sí al tiempo que murmuraba, —es una tela con muy poco cuerpo, translúcida y con vuelo a la vez que liviana y sostenida, que le aporta un toque elegante a las prendas—. Pero siempre detenía su atención en la foto que era la causante de ese estado contemplativo en el que se sumergía, la que no recordaba haber hecho o quién la había hecho. La foto en la que él aparecía en solitario con su sombrero de piel en la mano, en la que se le veía feliz, y en la que tenía la misma sonrisa que el día que lo descubrió con su amante.