Aún cuando no tenía pinceles ni paleta de colores en sus pequeñas manos, la niña pintaba absorta en su dibujo, así lo indicaban sus
brazos ligeramente levantados, sus deditos en movimiento y la expresión de sus grandes ojos. Su
rostro inclinado hacia arriba y la mirada fija en un punto, parecían prestar mucha atención a sus trazos
azules. Claramente se podía distinguir en su vestido amarillo a la altura del
pecho, el pequeño dibujo que semejaba un cielo y un mar. La niña parecía estar sumergida en el color azul que predominaba en la hermosa acuarela.
Mientras esperaba el veredicto, al
lado de su cuadro, la artista respondía a las preguntas que el entusiasmado
periodista le hacía, y a estas alturas de su trayectoria, nadie podía imaginar
que aún no había encontrado como plasmar aquel lugar; de todas las acuarelas
que había pintado ninguna complacía completamente su anhelo, pese a las
inmejorables críticas que recibía su trabajo.
Cuando recibió la noticia de que
su obra “La niña, el cielo y el mar” había sido la elegida para participar en
aquel prestigioso evento donde acudirían a exponer renombrados artistas, no
pudo evitar recordar su niñez y darle las gracias a su abuela, en voz baja. Resulta que
había pasado gran parte de su infancia tratando de dibujar el sitio exacto
donde terminaba el mar y comenzaba el cielo. Tanto era su afán por hacerlo, que
cierto día acudió a su abuela para que la ayudara a encontrar en su dibujo, el
lugar preciso donde el mar dejaba de ser mar y comenzaba a ser cielo. Nunca había olvidado que con una gran sonrisa
la anciana mujer le contestó que era muy difícil plasmar dos inmensidades en
una hoja de papel tan pequeña, y mas difícil aún separarlas, -las inmensidades,
y mira que el mar y el cielo los son- replicó la mujer, -solo caben en el
corazón y en la imaginación de un verdadero artista. Para poder encontrar ese
lugar exacto en tu dibujo tienes que encontrarlo primero dentro de ti-.
Cuando escuchó la noticia de la elección de su obra, comprendió
que había encontrado ese lugar, y al mirar su acuarela, que le había llevado años en terminar y darle forma, había decidido seguir siendo la niña que
imaginaba que pintaba el cielo y el mar, así de esa manera encontraría dentro de sí todos los lugares que quisiera plasmar en sus pinturas, y a la pregunta que le hiciera el periodista, una vez conocido el favorecedor veredicto, acerca de su técnica para plasmar sus dibujos, respondió orgullosamente: -para crear los lugares que plasmo en mis acuarelas, aplico una técnica muy especial que me enseñó mi abuela-.