viernes, 6 de noviembre de 2015

EL PARQUE AYACUCHO

Algunos lugares de mi ciudad.......
EL PARQUE AYACUCHO

Durante mi infancia y primera adolescencia, esa hermosa plaza de enormes y frondosos árboles, fue el panorama diario que me acompañó y el paisaje mas significativo de mi rutinario ir y venir al colegio, a lo largo de los once años que estudié allí.
Justo ubicado frente al Colegio María Auxiliadora de Barquisimeto, el Parque Ayacucho imponente en tamaño y vegetación, con su majestuoso monumento al prócer de la Patria Antonio José de Sucre, es uno de los lugares más emblemáticos de mi ciudad.
Ubicado en la carrera 15 entre calles 42 y 43, bordeado por una reja de hierro forjado, con piso de granito, dotado de un alto palomar (hogar de numerosas palomas), fuentes de agua, bancos y caminerías por las que se puede recorrer toda la plaza, con dos entradas principales, una pequeña rotonda central donde se erige el monumento y por supuesto conformado por esa maravillosa vegetación de arbustos, flores, cesped y de altos y frondosos árboles, donde habitaban las amigables perezas, loros, pajaritos, ardillas, iguanas y pequeños reptiles, constituía el panorama y paisaje significativo del que hablo.
Solía en muchas ocasiones parar el bus escolar justo en el lado de la calle colindante con el Parque Ayacucho, al bajar del trasporte escolar, las chicas contemplábamos con asombro y emoción a las perezas (animales neotropicales, los perezosos están completamente adaptados a la vida arborícola, desplazándose muy lentamente entre las ramas ya que caminan con mucha dificultad sobre el suelo), que de árbol en árbol vivían plácida y libremente en el lugar. Eran dóciles y aceptaban con beneplácito si se les daba de comer.
Las monjas nos tenían prohibido a las alumnas adentrarnos en aquella enorme plaza.
Al Parque Ayacucho se podía entrar en vehículo automotor por una de las entradas, bordear la rotonda y salir por la otra entrada que hacía las veces de salida. De pequeña, recuerdo que siempre estaba abierto al público y los carros (coches) circulaban através de él con toda normalidad.
En algún mes de mayo de algún año escolar hicimos monjas y alumnas la procesión a la virgen. Con episodios borrosos en mi memoria creo recordar toda la plaza Ayacucho llena de niñas y jóvenes, que con su uniforme de gala y detrás de la enorme imagen de la virgen María Auxiliadora, recorrimos al completo el Parque Ayacucho, dando una vuelta por la parte exterior y luego introduciéndonos dentro.
Aunque hoy en día su aspecto ha cambiado y ha sobrevivio al abandono y a la desidia de las autoridades municipales (ochenta años tiene desde su construcción), no puedo evitar cada vez que lo veo, entrar en el hermoso pasado escolar de mi niñez y es que aunque su aspecto hoy en día dista mucho de la descripción que acabo de hacer en estas líneas, prefiero creer que los recuerdos siempre tienen la razón, y que lo volveré a ver justo como lo conservo en mi memoria.
María de la Luz (Barquisimeto, 06 de Noviembre 2015).

miércoles, 4 de noviembre de 2015

EL CEMENTERIO VIEJO

Algunos lugares de mi ciudad...
EL CEMENTERIO VIEJO

Mirando a través de la ventanilla, me sorprendió la aparición de un gran número de cruces de todos los tamaños, de pequeños y grandes mausoleos, de capillitas y de mucha vegetación conformada por frondosos árboles, floridas trinitarias y pequeños arbustos. El Cementerio Viejo acaparó toda mi atención, mientras a lo largo de toda aquella avenida, el colectivo raudo y velóz, proseguía su marcha. Era grande, más grande de lo que mis recuerdos me lo habían permitido conservar en mi memoria.
La pared exterior que bordea todo el cementerio y que consiste en un entramado de hierro forjado, deja al descubierto todas las tumbas; las mas antiguas datan de finales del siglo XIX. Es un cementerio hermoso y sorprendente.
A lo lejos divisé "La Tumba del Aviador" (así era popularmente conocida en la ciudad). El pequeño avión colocado sobre un pedestal de mármol, encima de la lápida, resaltaba sobre todas las demás tumbas de alrededor. Me alegré de verla y de que todavía se mantuviera en pie.
Llamaron mi atención dos frondosas trinitarias que completamente floridas de rojas flores, daban color al predominante blanco y gris de aquel camposanto.
Una sensación de soledad era la estampa que brindaba a mis ojos la vista de aquel cementerio enclavado en el centro de la ciudad y acto seguido, se vinieron a mi memoria algunos episodios de las visitas que de pequeña solía hacerle al lugar junto con mi familia. Se dibujaron en mi mente escenas tales como la gran venta de flores a la entrada, muchas personas limpiando y adornando las tumbas de sus familiares muertos, días soleados y un cielo muy azul.
Siempre que íbamos me gustaba parar frente a la pequeña capilla que estaba en la tumba de un niño. A través de la reja solía mirar, por el rato que me lo permitía mi madre, todos aquellos juguetes y bolsas de caramelos que cuidadosamente colocados dentro de aquella pequeña casita, parecían estar eternamente destinados al niño dueño de aquella tumba. El lugar siempre estaba limpio y ordenado como si alguien, la madre quizás, acabara de hacer la limpieza justo cada vez que yo iba.
También recordé la tumba de mis abuelos. Allí no había ni monumento, ni mausoleo, sólo una lápida y sobre ella una cruz y un pequeño libro de cemento con el nombre de mi abuela paterna y una fecha, 1960.
El colectivo avanzaba y el cementerio pasaba rápido a mis ojos, me percaté de no ver ni una persona dentro del lugar, lo que me llevó a pensar con nostalgia que quizás estaba cerrado al público y que ya por seguridad, ni siquiera permitían la entrada de los familiares de los allí enterrados sino ciertos y determinados días del año, lo que comprobé mas tarde.
Repito, es un cementerio hermoso y sorprendente, considerado Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad, pese al abandono que se evidencia en él y a la desidia a la que ha sido sometido por parte de las autoridades municipales.
En el Camposanto de Bella Vista, ese es su nombre, hay tumbas de mucha antigüedad que datan de 1884, 1885, 1890, 1891, 1893 de familias de renombre tanto del acontecer político como cultural de Barquisimeto.
Y mientras el colectivo seguía su marcha y dejaba atrás la vista del Cementerio, recordé que estamos de paso, que donde quiera que nos encontremos y sea lo que sea que estemos haciendo en la vida, siempre estamos de paso.
Me quedé con la sensación de que fué muy grato ver de nuevo, así de esa manera, a través de la ventanilla  y después de tanto tiempo el Cementerio Viejo de mi ciudad, porque paradójicamente, ese lugar que guarda la muerte, revivió en mí, tiempos felices de mi niñéz.
María de la Luz (Barquisimeto, 03 de Noviembre de 2015).