domingo, 16 de octubre de 2016

POETISA

A veces una gota puede vencer la sequía... Shaira, mi amiguita de la infancia solía tararear esta canción mientras jugábamos con mi muñeca. Un día, movida por la curiosidad, le pregunté que donde la había aprendido y me dijo, que se la había enseñado su abuela quien se la cantaba constantemente.

Me pregunto que será de ella. Recuerdo el día que nos vimos por última vez, ella se fué con su madre en un viejo camión atestado de gente, llorando y apretando fuertemente la muñeca entre sus brazos; había llegado la noticia de que su abuela había muerto. No tuvimos tiempo ni siquiera de despedirnos, simplemente le di mi muñeca y ella la cogió y la apretó fuertemente contra su pecho. Yo me quedé allí mirando como se alejaba, mientras un sol intenso que se iba ocultando en el horizonte alumbraba todo el paisaje y le daba vida a las sombras. Yo también lloraba. Detras de aquel episodio quedaron nuestros innumerables días de juegos y nuestra amistad.

En aquel lugar no había escuela, por lo tanto cualquier hora del día era buena para jugar, tampoco había juguetes así que correr contra el viento, cantar o simplemente bailar para que se levantara el polvo eran algunos de los juegos que nos inventábamos, y por supuesto, que mi muñeca ejercía un poder mágico sobre Shaira. En aquel entonces no lo entendía, pero mi amiga era con la única con quien me permitían jugar, decían que porque no estaba contagiada. Un día mientras vestíamos y desvestíamos a mi muñeca una y otra vez, le pregunté que siginficaba su nombre y ella me dijo que no sabía, que se lo preguntaría a su abuela.

Su madre estaba muy enferma y estando ingresada en el humilde e improvisado hospital de la zona, se recuperaba muy lentamente, por lo tanto, habíamos adoptado a Shaira momentáneamente mientras su madre se curaba; vivían ellas en un cacerío lejano en donde no había doctores. Han pasado muchos años ya de aquel tiempo, era yo una niña de cinco años y mis padres ejercían como médicos para una ONG que prestaba ayuda humanitaria.

A veces una gota puede vencer la sequía... Ahora soy yo quien tararea el estribillo en recuerdo de mi pequeña amiga y de aquellos tiempos felices de mi infancia, mientras espero para abordar. Iré allí otra vez. Es mi deseo ejercer como médico en aquel lugar, anhelo volver a ver ese sol rojizo detrás del horizonte, remembranza imborrable que con el paso del tiempo ha embellecido en mi memoria el recuerdo de la cruenta realidad que imperaba a mi alrededor, dándole color a aquel tiempo de mi niñez. Poetisa, ese es el significado del nombre de mi amiga.

(María de la Luz)
16-10-2016

jueves, 13 de octubre de 2016

La Torre Eiffel desde la ventana


La economía de mi bolsillo me había obligado a coger aquella muy buena y tentadora oferta que por todas las redes sociales publicaba la conocida aerolínea. Así que por ajustarme a mi presupuesto, cosa que era imprescindible, y por las incontenibles ganas que tenía de visitar mi hogar materno lo antes posible, escogí aquel vuelo que me llevaría a mi destino tras una breve escala en París.
Era la primera vez que realizaba un recorrido de tal naturaleza. Muchas horas de vuelo, una escala en Francia y la travesía de pasar por cinco aeropuertos iban a ser mi itinerario de viaje. He de confesar que la emoción de la aventura me embargaba, pero al mismo tiempo estaba consciente de que sería un muy largo y agotador viaje que haría en solitario y sin mas compañía que mi equipaje, por lo tanto no dejaba de asustarme un poquito aquel osado recorrido.
Esta vez y como siempre, me acompañó la buena estrella; he de confesar que siempre he presumido de tenerla en todos los asuntos de mi vida. Así que los cinco aeropuertos, los controles de seguridad, los innumerables escáneres, las puertas electrónicas e inclusive las cacheos físicos a mi persona y a mi equipaje de mano, que tuve que sortear en este viaje que describo, resultaron realmente risibles de cara a las grandes expectativas que me había generado, sobre todo cuando pensaba que mis escasos conocimientos de francés no me iban a ayudar mucho a la hora de que necesitara explicar algo o responder alguna pregunta en la escala que tenía que hacer en el aeropuerto Charles de Gaulle en París, si así fuera necesario; por lo tanto, al no tener ningún tipo de complicación y por el contrario al toparme con caras amables y sonrientes en los controles, aquel viaje resultó ser una enriquecedora y grata experiencia.
Cuando ya sobrevolando Francia, nos anunciara el capitán de la aerolínea que estábamos próximos a llegar al aeropuerto Charles de Gaulle, recuerdo que con mi móvil en mano y preparada para tomar fotos desde la ventanilla del avión, me dispuse a no quitar la mirada ni un instante de la misma, de modo de poder conocer y admirar desde las alturas la ciudad de la luz; para mi suerte era de día y un cielo claro y despejado permitía al sol iluminar a la hermosa ciudad. Ya sobre París, que me resultó ser muy grande y bonita, me di el gusto de fisgonear a través de la ventanilla con atención todo lo que pudieran captar mis ojos, especialmente buscaba a la famosa Torre Eiffel, que con ansias internas anhelaba ver.
Observando muchos edificios, urbanizaciones, zonas verdes e impresionada por el ancho rio sena que atravesando la ciudad de largo a largo parecía dividirla en dos mitades iguales no quería perder detalle de todo cuanto veían mis ojos, sobre todo por lo que parecía ser mi obsesión, ver la Torre Eiffel.
Y de repente allí estaba. De un color cobre oscuro y cubierta de brillo apareció ante mis ojos bien puesta sobre una amplia zona verde llena de árboles, como consecuencia una espontánea sonrisa se dibujó en mi rostro. Tratando de detallarla lo mas que pudiera me di cuenta que debía ser muy alta pues las casas que observé a su alrededor se veían diminutas. Belleza y singularidad, sensaciones que se impregnaron de mi al mirarla. Maravilla del ingenio del ser humano pensamiento que me invadió. Sentí alegría por tener el privilegio de verla y acto seguido tomé la decisión de no hacer ninguna foto, pues era mas importante no perder ni un instante, y aprovechar al máximo su visión mientras la velocidad del avión me lo permitiera que perder valiosos minutos al manipular el móvil para enfocarla.
La recuerdo como si de una niña bonita se tratara, que danzando sobre un hermoso jardín verde fuera la predilecta y presumida hija de la hermosa ciudad de la luz. Tal es el imborrable recuerdo que me quedó de aquel sorpresivo y estupendo viaje, ver la Torre Eiffel desde la ventana.
María de la Luz
(13-10-2016)

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL FINAL DE MI HISTORIA


Entré en el recinto, y para mi mayor comodidad, el lugar estaba solo, así que un encantador silencio me dio la bienvenida. Nada mas franquear la puerta, lo primero que me llamó la atención fue el cuadro de los ojos de mirada triste. Entraba yo en una sala de exposiciones donde eran expuestas bonitas y originales pinturas, colgadas sobre paredes muy blancas. La mirada triste de la chica de ese cuadro me siguió todo el tiempo que estuve allí.
El silencio del que hablé al principio pertenecía solo al recinto, porque después de estar un rato allí y haber visto todas las obras expuestas, caí en la cuenta de que a mis oídos llegaba el sonido de lo que parecía ser el tintineo de vasos, platos y cubiertos. Realmente la sala de exposiciones era pequeña y estaba ubicada en la planta baja de la universidad, en medio de pasillos llenos de aulas y otros ambientes.
Tengo la manía de sentirme tan a gusto cuando me encuentro a solas en algún lugar, que tengo la tendencia de magnificar el silencio del sitio. También me suele pasar que soy presa de la capacidad que he desarrollado de unir mi propio silencio con otros silencios que siempre tengo la suerte de encontrar a mi paso. Así que sintiéndome tan cómoda y a gusto con el silencio no es necesario que explique que estos estados tan personales duran realmente poco, sobre todo cuando estoy fuera desarrollando cualquier actividad propia de mis quehaceres cotidianos como colaboradora del digitalsur.com; pero no por ser cortos son menos intensos e inspiradores.
A causa del sonido que llegaba a mis oídos, que al parecer era originado por la manipulación de menaje y que me sacó de mi abstracción de silencio y observación, y guiada por la curiosidad, decidí dirigirme hacia el lugar de donde provenía tal ruido, con lo cual descubrí que al lado de la sala de exposiciones estaba la cafetería de la Universidad. Aquí aprovecho para decir que era la primera vez que visitaba aquella casa de estudios universitarios del sur.
Entonces, me adentré en aquel ambiente totalmente distinto al anterior, me senté allí, pedí un café y pensando en aquella mirada triste me dispuse a escribir, pues había encontrado la inspiración para narrar el final de mi historia.
María de la Luz
22-09-2016


domingo, 4 de septiembre de 2016

LO QUE EL MUNDO ME DICE

Cuando salgo fuera no voy ni con gafas oscuras ni con música en mis oídos, por el contrario voy atenta a lo que el mundo me dice. Me esmero en entender los susurros del viento a su paso por mi lado, me deleita imaginar que me baño de colores, en especial de ese hermoso azul que muy generosamente nos regala el mar. Me encanta escuchar frases sueltas de conversaciones desconocidas e imaginar asombrosas historias. Oigo que mis recuerdos me llaman, me detengo, dejo que se acerquen y que vengan conmigo a donde quiera que voy. Me convierto en una gran observadora de lo pequeño, de lo diminuto, de lo que pasa desapercibido, y me doy cuenta de que hay lugares de luz y lugares de oscuridad, que los fantasmas, monstruos y demás seres invisibles también están ahí por doquier, que siguen y acompañan a las personas ya sean familiares o amigos y que se puede hablar con ellos. Descubro millones de estrellas llenas de pedacitos de cielo, también descubro que los árboles cantan, que las olas del mar juegan y ríen a carcajadas todo el tiempo, y si camino muy rápido desacelero mi paso porque así entiendo mejor lo que el mundo me dice. A mi paso voy viendo personas que gritan su angustia presumiendo de felicidad. Aprendo que hay otras palabras detrás de las palabras, que hay otras lágrimas detrás de las lágrimas y que hay otras sonrisas detrás de las sonrisas. Que las sequías, los desiertos y las pobrezas están dentro, pero que también hay pobrezas afuera. Veo a niños y jóvenes esclavos de sus teléfonos, perdidos tras un tropel de fotos y a adultos también, pero no sucumbo a la desesperanza, me miro en ese espejo y entonces dejo volar mi imaginación, escucho a otros mundos imaginarios que también me hablan y dejo que momentos de magia llenos de creatividad me envuelvan, me convierto en lugares recónditos y creo personajes extraordinarios. Asumo que es una maravilla de la intuición y de la percepción esa voz interior que me habla y que solo es posible escucharla cuando se apartan los ruidos de la superficialidad. Sigo caminando, me detengo en mi misma y esta vez soy yo la que le responde al mundo, hilando historias y presentándole a mis personajes. Vuelvo a imaginar que me baño de colores, hablo con el mar, escucho los sonidos que apaga la bulla, respiro y siento mi respiración, percibo sutiles aromas, descubro una soledad mágica llena de sabiduría, aparece lo simple que me quita peso, dejo que el sol me alumbre e invoco a la lluvia, entonces se dibujan en el paisaje los misterios del universo, por eso cuando salgo fuera me aseguro de que mi teléfono esté en lo mas profundo de mi bolso, no llevo gafas ni música en mis oídos porque voy atenta a lo que el mundo me dice.

María de la Luz

miércoles, 17 de agosto de 2016

LA TIERRA DEL JOROPO Y LA MORENITA

La TIERRA DEL JOROPO también te canta y baila, Morenita. Allende los mares yacen sembrados muchos de tus hijos. Allá en la llanura inmensa, bajo el sol tropical, en aquel hermoso continente de grandes ciudades y profundas selvas al son de tambores, zapateo, arpa, cuatro y maracas llegan rumores de folías y cánticos Canarios que con alegría y devoción te rememoran, por eso, hoy tu hija VENEZUELA se presenta ante ti con A.F. YACAMBÚ, un ramillete de flores, hermosas orquídeas que con sonrisa en el rostro, luz en la mirada, movimientos multicolores, contoneo en sus caderas, dibujan un destello tricolor que te venera. ¡Escucha! La encantadora y dulce melodía de nuestra ARPA viaja a través del mar e irrumpe como mensajera de ESPERANZA, entonamos un JOROPO y al vaivén de nuestros sombreros pelo e’guama y al ritmo del agitado movimiento de nuestras faldas, te pedimos por los de aquí y por los de allá.
A propósito de la representación VENEZOLANA el 15 de Agosto 2016 ante la Virgen de La Candelaria en su día. Tenerife.

domingo, 26 de junio de 2016

ERA LA PRIMERA VEZ QUE VISITABA LA ISLA DE LA PALMA

De frente a la ventana, y dudando de si me acercaba o no, quería con una curiosidad infinita mirar a través del cristal. Imaginaba a la niña de cabello rubio con gruesas trenzas, sentada en el piso de madera, jugando con su muñeca Marilú. Por fin, llenándome de valor para franquear la privacidad del lugar me acerqué, y apartando cuidadosamente las ramas floridas de la hermosa enredadera, alzándome de puntillas, pegué mi rostro al cristal y la pude ver a través de la vieja y empolvada ventana, allí estaba ella, la encantadora niña; absorta peinaba la cabellera negra de su preciada muñeca.Mi abuela no me había mentido, todo era tal cual como ella me lo había contado: la casa roja, grande e imponente al lado, el aljibe y la escalera en la parte de enfrente, un amplio salón con piso de madera, mucha vegetación alrededor y la ubicación; la casa estaba a la orilla de la carretera.Las numerosas historias que se agolparon en mi memoria y que revivieron al estar mirando a través de la ventana, me indicaron que efectivamente ella había vivido allí. Era la encantadora niña, mi madre, y esa era la casa donde había transcurrido su infancia, casa que reconocí caminando cuidadosamente calle abajo apenas llegué al pueblo, sin mas guía que los estimados recuerdos que guardo de las historias que me contó mi abuela en mi niñez.Era la primera vez que visitaba la Isla de La Palma y por ende el pueblo de Mazo, recuerdo que al día siguiente de llegar allí, me levanté muy temprano y me fui a caminar por los alrededores y allí estaban los lugares numerosas veces descritos en las historias oídas en mi infancia: la Iglesia de San Blas, el cementerio, la plaza del Ayuntamiento, la casa roja y por supuesto la casa donde habían vivido mi bisabuela, mi abuela y mi madre. Un acogedor pueblo lleno de árboles y flores, donde sanas e inocentes costumbres que sobreviven hoy y que conviven con la modernidad y el adelanto de los tiempos, pareció darme una familiar bienvenida. Entré al cementerio que parecía un jardín florido, y en aquel momento creí que leyendo los nombres plasmados en las criptas me reencontraría con mis antepasados.Aquel mi primer verano en Canarias, agosto del 2008, crucé el mar para llegar a la hermosa Isla con forma de corazón, y aprovechando el tiempo al máximo logré que La Palma me mostrara sus encantos, en sus miradores logré atrapar la inmensidad del mar y del cielo y en cada rincón visitado ella me atrapó a mi.Pero sin duda alguna, durante todo el tiempo que estuve allí, me arrullaron las historias de mi abuela; benditas las palabras contadas que nos hacen revivir y reconocer mágicamente la belleza de lo ya vivido, por otras personas, en otros tiempos y en otros lugares. Todo era como ella me lo había contado.María de la Luz (06/05/2016)

martes, 3 de mayo de 2016

LOS HILOS MÁGICOS

Abrió el baúl y ante sus ojos apareció un chico rubio con grandes ojos azules. De un salto, salió de su lugar de descanso, y con actitud amable se dirigió a la persona que había estado llamando a su morada y extendiéndole su mano, le saludó:

-Hola, mi nombre es Perucho-.

Pronto el chico, al corresponder a su saludo, se pudo percatar de que Perucho,  tenía todos sus hilos caídos, en desorden y sin que nadie los sostuviera. Esto le causó un gran asombro pues, cómo era posible que sin estar sostenido ni que nadie lo dirigiera pudiera moverse y andar libremente.

Perucho, notando el desconcierto de aquel muchacho, se apresuró a disculparse por el ruido que causaba dentro del baúl.

Aquel niño, trataba de buscar una explicación lógica a semejante fenómeno. Pues todas las marionetas, que él había visto alguna vez en su vida, estaban sostenidas por hilos fuertes y dirigidas por una persona de carne y hueso.

Perucho, viendo la cara de estupor de aquel chico, se dispuso a actuar con naturalidad.

Tratando de salir de su asombro, el jovencito le preguntó a Perucho el motivo por el cual podía moverse sin estar sostenido por sus hilos.

Perucho, que siempre había pensado que su situación era normal, no sabía cómo explicar de una manera sencilla a aquel niño lo que le preguntaba, para que lo pudiera entender.

En un primer momento, no encontraba las palabras adecuadas, pero pidiendo ayuda al GRAN MISTERIO, logró comenzar su explicación. -Tengo dos clases de hilos, los normales que todos pueden ver y que dirige el hombre y otros que son mágicos-. Dijo.

Pero aquellos hilos mágicos, que Perucho mencionaba, no se veían por ninguna parte, por más que el chico buscaba y miraba.

Resulta que aquella asombrosa marioneta, con el transcurrir del tiempo se había dado cuenta, que en cada función había ido desarrollando habilidades y destrezas inusuales. En muchas ocasiones, el hombre de carne y hueso no se daba cuenta, pero muchas de sus piruetas y movimientos eran gracias a sus hilos mágicos. Y era que estos cordones invisibles a los ojos de los demás, eran los que lo guiaban en las funciones y en los momentos en que no estaba trabajando, tal como ahora.

Aquel niño sin salir de su asombro, trató de seguir la explicación de Perucho:

-Son hilos invisibles que no los dirige el hombre, sino que al venir del GRAN MISTERIO, están dotados de una fuerza especial y de movimientos muy sutiles, tienen una extensión casi infinita de modo que yo puedo ir a cualquier parte, hacer cualquier movimiento y realizar la cantidad de piruetas que yo desee con total libertad y energía-. Explicaba Perucho.

-Por supuesto al ser estos hilos mágicos invisibles, no los puede ver casi nadie y mucho menos el hombre que me dirige, pero he notado que en algunas funciones, los niños que me ven, se han dado cuenta de la existencia de ellos-. Continuaba explicando elocuentemente la extraordinaria marioneta.

-No me molestan, pues tienen un pegamento muy suave y están fijados a mi cuerpo de tal manera, que ni siquiera siento el sitio dónde están unidos a mí. Es por esa razón por la que me muevo con total libertad cada vez que yo lo deseo-.

Pero mientras oía a Perucho, a aquel niño se le fueron ocurriendo una serie de preguntas en su imaginación:

Primero, -¿cómo era que Perucho se había dado cuenta de que tenía unos hilos mágicos si eran invisibles y nunca los había visto?-. Segundo, -¿quién lo había dotado con semejantes cordones tan especiales y qué era el GRAN MISTERIO?-.  Y tercero, -¿por qué los tenía solamente él y no todas las marionetas del mundo?-.

Un sonido agudo y fuerte le hizo abrir sus grandes ojos azules, dándose cuenta de que había despertado y de que había estado soñando. Era hora de levantarse e ir al colegio. A primera hora le tocaba presentar su trabajo. Al salir de su cama, miró hacia el escritorio de su habitación y allí estaba su pequeña marioneta, que con tanto esmero y dedicación había construido para cumplir con la tarea asignada por la maestra de artística. Y mientras tomaba su desayuno, no dejaba de pensar en lo maravilloso que sería el mundo si todas las marionetas pudieran hablar y tuvieran hilos mágicos.
María de la Luz
2011)

domingo, 1 de mayo de 2016


Poco a poco fui abriendo los ojos. No podía mover mis manos y un gran peso sobre mi cuerpo me impedía levantarme. No escuchaba ya ningún ruido. Una sensación de aturdimiento invadía todo mi ser. Recordé la choza de mi padre y las veces que él la volvía a levantar después de cada tormenta. Ese recuerdo no me permitía pensar en otra cosa. Moví un dedo y luego otro y otro hasta que pude sacar mi mano. La sacudí hasta que pude liberar mi brazo. Sintiendo que me ahogaba, desesperadamente y haciendo un enorme esfuerzo, elevé mi rostro al mismo tiempo que abría mi boca. Pude desenterrarme escupiendo arena y cuando por fin me puse en pie, miré a mi alrededor, el desierto había cambiado por completo, ya no era el mismo desierto. Tenia que volver a reorientarme, rehacer mi camino y divisar un nuevo horizonte. Estaba decidido a no repetir la historia de mi padre, convencido estaba que tras el desierto encontraría un lugar en el que no había que reconstruir una nueva choza cada vez que había una tormenta.
María de la Luz (01 de Mayo 2016).

martes, 19 de abril de 2016

UNA ESTRELLA EN EL JARDÍN


Escuché un extraño ruido afuera. Las cortinas se movieron y de un salto el gato se metió debajo del sofá. Un gran resplandor invadió la cocina. Sentí un viento cálido y mi cabello se llenó de escarcha azul. Sonreí y pensé que por fin tenía la mía. Me asomé al jardín y allí estaba. Tendría que esperar a que su fulgor se apaciguara. Era maravilloso ver esa nube de diminutas luces de colores pululando por todo el lugar. Había caído una estrella en mi jardín.
María de la luz (19 de Abril 2016).

domingo, 17 de abril de 2016


Aquella explanada a la que casi nadie solía ir, ubicada en las afueras del pueblo, no muy lejos, no muy cerca, siempre me llamó la atención.
Mi abuela, como su abuela y como todas las viejas señoras del cacerío contaban esa historia que daban por cierta.
Aquel lugar, plagado de floridos rosales que mantenían sus hermosas rosas rojas durante todo el año, era de una sin igual belleza, por esta razón lo consideraba encantador, aunque he de confesar que no dejaba de parecerme un sitio misterioso. Durante mi infancia hubiera dado lo que fuera por ir a jugar allí, pero a ningún niño del pueblo no los permitían.
Suelo tener mucho respeto por lo que cuentan los mayores, porque generalmente sus historias, a las que otorgan mucho poder, además de que alimentan nuestra imaginación de una manera adictiva, nos superan y están llenas de acontecimientos tan misteriosos como ciertos, teniendo la particularidad dichas historias de apoderarse de los lugares y ejercer cierto control sobre las vidas de las personas.
El triste funeral acompañado de una serena llovizna transcurrió sin novedad, Doña Micaela había sido enterrada y con ella sus historias.
Por tercera vez, una rosa blanca allí, en medio de los hermosos y floridos rosales rojos de aquella explanada, me anunciaba la muerte de un ser querido. Como lo contaban las ancianas del pueblo, de tiempo en tiempo, florecía una única rosa blanca en aquel rojo jardín, presagiando un inesperado y nefasto acontecimiento.
Una vez mas, sentí que sucumbía a las historias de mi pueblo, del que había salido hacía ya mucho años y al que había regresado solo en dos ocasiones; la primera vez, al funeral de mi abuela y la segunda vez, al funeral de Doña Micaela, mujeres con quienes me crié por ser huérfana de madre, y en las dos ocasiones floreció la rosa blanca, como había sucedido el día que nací.
Después de recorrer la casa materna, muy deteriorada y prácticamente cayéndose a pedazos, tomé la decisión de irme de allí con la firme convicción de no volver jamás.
Es extraño, pero creía que si no volvía a aquel sitio, aquella historia ya no tendría mas poder sobre mi, y que aquel misterioso jardín, ya no existiría sino en la imaginación enterrada de los moradores ya muertos de aquel pueblo.
María de la Luz (17 de Abril 2016).

martes, 29 de marzo de 2016


El viento sabía donde girar y que velocidad era la mas apropiada. Los pasos de su danza los tenia seguros pero su baile jamás sería tan hermoso sin ellas las encantadoras flores, ya que el revuelo de sus delicados y coloridos pétalos que lánguidamente danzaban y danzaban por todo el lugar, hipnotizaban con su baile a todo aquel que observaba el mágico espectáculo del jardín.
María de la luz (29 de Marzo 2016).

domingo, 6 de marzo de 2016

De pequeña solía jugar un juego que me encantaba. El juego consistía en hacer una fiesta para que mis invitados me trajesen regalos. Lo mejor del juego era imaginar la cantidad de hermosos regalos recibidos.
Justo al cruzar la puerta una inesperada brisa nos sobrecogió de golpe. Mi hermoso velo de chantilly se elevó alto y mi fina falda se movió al compás del refrescante viento. Como si esperase tal acontecimiento abrí los brazos para deleitarme y disfrutar el momento que acogí como un regalo.
Antes, al verme reflejada en los cristales de los ventanales mientras caminaba hacia la entrada, la recordé con inmensa gratitud y cariño. De mejillas sonrosadas y abundante cabellera rubia la tía-abuela Angelina fué una de las mujeres mas hermosa de mi familia, hermosura que conservó hasta los últimos días de su vida.
Increiblemente el paso del tiempo no había hecho mella en el vestido que se mantuvo tan hermoso y vaporoso como el primer día. Lo guardó con tanto recelo y extremo cuidado, que casi nadie lo había visto en años, solo algunos miembros de la familia a quien ella misma había escogido para mostrárselo, y al verme reflejada en los ventanales imaginé por unos instantes como se vería ella vestida con su traje.
El viento movió las ramas de los árboles y diminutas flores cayeron dándole color a mi vestido blanco. Él cogió mi mano disfrutando del momento conmigo y yo le di las gracias a mi tia- abuela Angelina por su traje y por su regalo, una vez mas jugó mi juego como solía hacerlo cuando yo era pequeña. Segura estaba que era ella la que me había enviado como regalo, esas florecillas que cayeron de los árboles, el día de mi boda.
María de la luz ( 06 de Marzo 2016).