martes, 3 de mayo de 2016

LOS HILOS MÁGICOS

Abrió el baúl y ante sus ojos apareció un chico rubio con grandes ojos azules. De un salto, salió de su lugar de descanso, y con actitud amable se dirigió a la persona que había estado llamando a su morada y extendiéndole su mano, le saludó:

-Hola, mi nombre es Perucho-.

Pronto el chico, al corresponder a su saludo, se pudo percatar de que Perucho,  tenía todos sus hilos caídos, en desorden y sin que nadie los sostuviera. Esto le causó un gran asombro pues, cómo era posible que sin estar sostenido ni que nadie lo dirigiera pudiera moverse y andar libremente.

Perucho, notando el desconcierto de aquel muchacho, se apresuró a disculparse por el ruido que causaba dentro del baúl.

Aquel niño, trataba de buscar una explicación lógica a semejante fenómeno. Pues todas las marionetas, que él había visto alguna vez en su vida, estaban sostenidas por hilos fuertes y dirigidas por una persona de carne y hueso.

Perucho, viendo la cara de estupor de aquel chico, se dispuso a actuar con naturalidad.

Tratando de salir de su asombro, el jovencito le preguntó a Perucho el motivo por el cual podía moverse sin estar sostenido por sus hilos.

Perucho, que siempre había pensado que su situación era normal, no sabía cómo explicar de una manera sencilla a aquel niño lo que le preguntaba, para que lo pudiera entender.

En un primer momento, no encontraba las palabras adecuadas, pero pidiendo ayuda al GRAN MISTERIO, logró comenzar su explicación. -Tengo dos clases de hilos, los normales que todos pueden ver y que dirige el hombre y otros que son mágicos-. Dijo.

Pero aquellos hilos mágicos, que Perucho mencionaba, no se veían por ninguna parte, por más que el chico buscaba y miraba.

Resulta que aquella asombrosa marioneta, con el transcurrir del tiempo se había dado cuenta, que en cada función había ido desarrollando habilidades y destrezas inusuales. En muchas ocasiones, el hombre de carne y hueso no se daba cuenta, pero muchas de sus piruetas y movimientos eran gracias a sus hilos mágicos. Y era que estos cordones invisibles a los ojos de los demás, eran los que lo guiaban en las funciones y en los momentos en que no estaba trabajando, tal como ahora.

Aquel niño sin salir de su asombro, trató de seguir la explicación de Perucho:

-Son hilos invisibles que no los dirige el hombre, sino que al venir del GRAN MISTERIO, están dotados de una fuerza especial y de movimientos muy sutiles, tienen una extensión casi infinita de modo que yo puedo ir a cualquier parte, hacer cualquier movimiento y realizar la cantidad de piruetas que yo desee con total libertad y energía-. Explicaba Perucho.

-Por supuesto al ser estos hilos mágicos invisibles, no los puede ver casi nadie y mucho menos el hombre que me dirige, pero he notado que en algunas funciones, los niños que me ven, se han dado cuenta de la existencia de ellos-. Continuaba explicando elocuentemente la extraordinaria marioneta.

-No me molestan, pues tienen un pegamento muy suave y están fijados a mi cuerpo de tal manera, que ni siquiera siento el sitio dónde están unidos a mí. Es por esa razón por la que me muevo con total libertad cada vez que yo lo deseo-.

Pero mientras oía a Perucho, a aquel niño se le fueron ocurriendo una serie de preguntas en su imaginación:

Primero, -¿cómo era que Perucho se había dado cuenta de que tenía unos hilos mágicos si eran invisibles y nunca los había visto?-. Segundo, -¿quién lo había dotado con semejantes cordones tan especiales y qué era el GRAN MISTERIO?-.  Y tercero, -¿por qué los tenía solamente él y no todas las marionetas del mundo?-.

Un sonido agudo y fuerte le hizo abrir sus grandes ojos azules, dándose cuenta de que había despertado y de que había estado soñando. Era hora de levantarse e ir al colegio. A primera hora le tocaba presentar su trabajo. Al salir de su cama, miró hacia el escritorio de su habitación y allí estaba su pequeña marioneta, que con tanto esmero y dedicación había construido para cumplir con la tarea asignada por la maestra de artística. Y mientras tomaba su desayuno, no dejaba de pensar en lo maravilloso que sería el mundo si todas las marionetas pudieran hablar y tuvieran hilos mágicos.
María de la Luz
2011)

domingo, 1 de mayo de 2016


Poco a poco fui abriendo los ojos. No podía mover mis manos y un gran peso sobre mi cuerpo me impedía levantarme. No escuchaba ya ningún ruido. Una sensación de aturdimiento invadía todo mi ser. Recordé la choza de mi padre y las veces que él la volvía a levantar después de cada tormenta. Ese recuerdo no me permitía pensar en otra cosa. Moví un dedo y luego otro y otro hasta que pude sacar mi mano. La sacudí hasta que pude liberar mi brazo. Sintiendo que me ahogaba, desesperadamente y haciendo un enorme esfuerzo, elevé mi rostro al mismo tiempo que abría mi boca. Pude desenterrarme escupiendo arena y cuando por fin me puse en pie, miré a mi alrededor, el desierto había cambiado por completo, ya no era el mismo desierto. Tenia que volver a reorientarme, rehacer mi camino y divisar un nuevo horizonte. Estaba decidido a no repetir la historia de mi padre, convencido estaba que tras el desierto encontraría un lugar en el que no había que reconstruir una nueva choza cada vez que había una tormenta.
María de la Luz (01 de Mayo 2016).