martes, 19 de abril de 2016

UNA ESTRELLA EN EL JARDÍN


Escuché un extraño ruido afuera. Las cortinas se movieron y de un salto el gato se metió debajo del sofá. Un gran resplandor invadió la cocina. Sentí un viento cálido y mi cabello se llenó de escarcha azul. Sonreí y pensé que por fin tenía la mía. Me asomé al jardín y allí estaba. Tendría que esperar a que su fulgor se apaciguara. Era maravilloso ver esa nube de diminutas luces de colores pululando por todo el lugar. Había caído una estrella en mi jardín.
María de la luz (19 de Abril 2016).

domingo, 17 de abril de 2016


Aquella explanada a la que casi nadie solía ir, ubicada en las afueras del pueblo, no muy lejos, no muy cerca, siempre me llamó la atención.
Mi abuela, como su abuela y como todas las viejas señoras del cacerío contaban esa historia que daban por cierta.
Aquel lugar, plagado de floridos rosales que mantenían sus hermosas rosas rojas durante todo el año, era de una sin igual belleza, por esta razón lo consideraba encantador, aunque he de confesar que no dejaba de parecerme un sitio misterioso. Durante mi infancia hubiera dado lo que fuera por ir a jugar allí, pero a ningún niño del pueblo no los permitían.
Suelo tener mucho respeto por lo que cuentan los mayores, porque generalmente sus historias, a las que otorgan mucho poder, además de que alimentan nuestra imaginación de una manera adictiva, nos superan y están llenas de acontecimientos tan misteriosos como ciertos, teniendo la particularidad dichas historias de apoderarse de los lugares y ejercer cierto control sobre las vidas de las personas.
El triste funeral acompañado de una serena llovizna transcurrió sin novedad, Doña Micaela había sido enterrada y con ella sus historias.
Por tercera vez, una rosa blanca allí, en medio de los hermosos y floridos rosales rojos de aquella explanada, me anunciaba la muerte de un ser querido. Como lo contaban las ancianas del pueblo, de tiempo en tiempo, florecía una única rosa blanca en aquel rojo jardín, presagiando un inesperado y nefasto acontecimiento.
Una vez mas, sentí que sucumbía a las historias de mi pueblo, del que había salido hacía ya mucho años y al que había regresado solo en dos ocasiones; la primera vez, al funeral de mi abuela y la segunda vez, al funeral de Doña Micaela, mujeres con quienes me crié por ser huérfana de madre, y en las dos ocasiones floreció la rosa blanca, como había sucedido el día que nací.
Después de recorrer la casa materna, muy deteriorada y prácticamente cayéndose a pedazos, tomé la decisión de irme de allí con la firme convicción de no volver jamás.
Es extraño, pero creía que si no volvía a aquel sitio, aquella historia ya no tendría mas poder sobre mi, y que aquel misterioso jardín, ya no existiría sino en la imaginación enterrada de los moradores ya muertos de aquel pueblo.
María de la Luz (17 de Abril 2016).