En esta oportunidad voy a
hacer referencia al testimonio que dejaron a través de sus viajes y anotaciones
numerosos viajeros que vinieron a las Islas Canarias durante los siglos XVIII y
XIX, y que constituye una fuente de información muy importante que dibuja con
numerosos detalles la forma de vida de los habitantes de nuestras islas para la
época.
Existen numerosos estudios documentados
que dan cuenta de ello y como siempre les invito a investigar para ampliar
sobre este tema si así lo desean. En lo que a mí respecta quiero compartir con
ustedes algunas peculiaridades y características de la mujer isleña de la época
desde la óptica plasmada en los relatos escritos por estos viajeros, tomando en
cuenta algunas lecturas que he hecho, principalmente de la Revista Argentina de
Sociología Año 3, N0.5.
En primer lugar estos
viajeros eran hombres y mujeres europeos que arribaron a las islas por
infinidad de motivos, por razones laborales, de estudio, salud o vacaciones, en
compañía o en solitario. Gracias a la amplitud de miras de estos viajeros y, a
la vez, a la sorpresa o el impacto que produjeron en sus retinas determinados
comportamientos, éstos lograron rescatar la silenciada vida cotidiana en que
las mujeres canarias eran protagonistas por excelencia. En su transitar por los
caminos y calles de Canarias, los viajeros describieron usos y costumbres de
las mujeres, motivados por las proezas que ellas realizaban a diario en su
particular rutina.
Las
isleñas, mujeres “multiocupadas”
A partir de los relatos de
estos viajeros a los que hago referencia, se revela que el entramado
socioeconómico de la mayor parte de la población de las islas era mísero,
motivo por el cual cobraba relevancia el papel de las mujeres en tanto era
esencial su contribución a la economía familiar. Las mujeres trabajaban a pie
de huerta al igual que lo hacía cualquier hombre: cultivaba papas, procedía a su recogida, cortaba y cargaba
uvas hasta el lagar, cuidaba, podaba y procesaba el tabaco, recolectaba y
empaquetaba plátanos, recogía crustáceos y protegía a las tuneras de las
inclemencias del tiempo, entre otras actividades de subsistencia. Es decir,
pese a ser considerada el sexo “débil”, en el ámbito rural la mujer desempeñaba
todo tipo de trabajos, independientemente de su rudeza o dificultad. Para
algunos de estos viajeros, el trabajo realizado por las mujeres isleñas llegaba
a ser, en ocasiones, mas férreo que el de los hombres.
Podemos considerar a las
mujeres como pluriempleadas agrícolas. Por ejemplo, además de trabajar en los
cultivos, las mujeres rurales eran las encargadas, la mayoría de las veces, de
la comercialización de los productos agrícolas, animales o marinos e incluso de
las mercancías elaboradas por ellas mismas. En efecto, las mujeres eran las que
se dedicaban a vender de manera ambulante diversos artículos por pueblos y
ciudades. Por ello resultaba habitual que los viajeros, durante sus excursiones, tropezaran cada día con
campesinas, lecheras, panaderas, pescaderas, carboneras o gangocheras en las
veredas, dispuestas a ofrecer sus productos a cuanta persona encontraran a su
paso. Cabe destacar que la capacidad de
negociación también era una labor
desempeñada por las mujeres que en muchos casos si no vendían sus productos los
intercambiaban por otros. Además de sus múltiples labores fuera, en el hogar
también desempeñaban las tareas necesarias para el mantenimiento de una casa.
Cargaban
grandes pesos y hacían todos sus desplazamientos a pie
El modo de desplazamiento
que tenían estas mujeres para realizar su actividad laboral se reducía a los
pies; éstas debían acarrear los productos destinados a la venta sobre sí
mismas. A la mayoría de los viajeros les asombraba la capacidad con la que las
mujeres canarias transportaban grandes pesos en las cabezas utilizando como
único recurso, para evitar el contacto directo con el cesto o la lechera, una
simple almohadilla elaborada con retales de tela o con ramas de plantas.
Asimismo, les llamaba la atención el hecho de que no se ayudaran de las manos
para transportar tal carga. En ocasiones, cuando las mujeres se disponían a
vender iban acompañadas de sus esposos y lo que resultaba muy sorprendente era
que la mujer siempre hacía el camino a pie mientras que el hombre lo hacía montado
sobre el lomo de un animal. Más aún, muchas veces el peso de los productos que
transportaban las mujeres se veía además incrementado con la carga adicional de
los hijos pequeños ya que la necesidad de subsistencia les impedía quedarse en la casa al cuidado de los hijos, por
lo tanto se veían obligadas a llevarlos consigo en todo momento, incluso cuando
tenían que caminar largas distancias. Cuando los niños no podían desplazarse
por sí mismos porque todavía no caminaban por ser muy pequeños, las mujeres los
enganchaban a las caderas y, bajo estas condiciones, desarrollaban su actividad
laboral.
Siempre
iban descalzas por caminos escabrosos y llenos de matorrales
Hay que añadir que las
mujeres siempre iban descalzas, independientemente de cual fuera el estado del
camino, que por lo general solía ser bastante pedregoso. Las grandes carencias
económicas impedían a la población contar con zapatos, motivo por el cual,
cuando poseían un par, lo cuidaban celosamente. Algunos viajeros señalan que
los isleños estaban tan acostumbrados a caminar descalzos que, cuando se ponían
los zapatos, les molestaban al andar, razón por la cual preferían seguir con
sus pies desnudos.
Otros
trabajos fuera del hogar
Prosiguiendo con las
ocupaciones de las mujeres, además de las labores agrícolas y de la venta
ambulante, éstas se dedicaban también al servicio doméstico. La mayoría de las
veces las mujeres se empleaban como sirvientas de las clases más pudientes o de
aquellos personajes del pueblo que se erigían en figuras importantes, como
sacerdotes, alcaldes o en residencias de extranjeros que fijaban sus domicilios
en Canarias o de viajeros temporales. En ocasiones, estas sirvientas eran las
encargadas de realizar todos los quehaceres del hogar de sus patrones, por lo
que sus jornadas de trabajo eran interminables; a cambio obtenían un salario mísero, a veces
compensado con estancia y alimentación. Otras mujeres, sin embargo, sólo eran
contratadas para realizar alguna actividad específica: lavar la ropa, planchar,
transportar agua, etc., motivo por el cual el salario recibido era mucho menor.
No
sabían leer ni escribir y no tenían preparación alguna
Independientemente de las
tareas realizadas por unas y otras, todas procedían de las capas populares
isleñas, no sabían leer ni escribir y desconocía las costumbres y el modus
vivendi de los extranjeros, por lo tanto se les contrataba para adjudicárseles
los trabajos mas duros.
El
lavado de la ropa
Otro quehacer doméstico que
correspondía exclusivamente a las mujeres y presentaba grandes dificultades era
el lavado de la ropa, una tarea que se veían obligadas a realizar en aquellos
lugares en los que corría el agua: barrancos, arroyos, etc. porque, como no
existía el agua corriente en los domicilios, las mujeres tenían que buscar los
sitios idóneos para tal fin, sitios muchas veces alejados del hogar. En ellos
solía concentrarse un gran número de mujeres, convirtiéndose en puntos de
encuentro para las vecinas del pueblo; era quizá el único momento del día que
éstas tenían para conversar, siempre al tiempo que realizaban la actividad.
Eran
artesanas
Realizaban todo tipo de
trabajos artesanales en sus propios hogares, como la fabricación de cerámica,
la costura y la hilandería. Gracias al desarrollo del turismo, algunos sectores
pudientes ayudaron al desarrollo de esta actividad y pronto proliferaron
talleres de calados y bordados. Dichos talleres se convirtieron en un destino
laboral para muchas mujeres de clase humilde que, sin muchas opciones,
soportaron las agotadoras jornadas de trabajo a cambio de un salario de
subsistencia.
Indumentaria
En el caso de las mujeres rurales,
las faldas de colores, los pañuelos, los delantales y los sombreros delataban
su condición de pueblerinas. La vestimenta de las campesinas canarias era
similar entre las diferentes islas, con algunas excepciones, como la distinta
colocación del pañuelo en hombros, cabeza o cuello o la forma del sombrero. La
lana usada para confeccionar los mantos de las mujeres rurales develaba su
pertenencia al campesinado.
Aspecto
físico
Entre los escritos
analizados figuran muchas referencias a la belleza y hermosura de las jóvenes
isleñas, mujeres de atractivos rasgos. La mayoría de los cronistas hace
referencia a los ojos, el cabello o la tonalidad de la piel. En la mujer rural
la piel de su cara estaba mas que endurecida a consecuencia del arduo trabajo
que se veían forzadas a realizar cada día bajo las inclemencias del tiempo, ya
que estaban expuestas al sol, al viento y a la lluvia.
Moralidad
y los postigos
A viajeros y viajeras, les
alarmaba las restricciones a las que estaban sometidas las mujeres canarias,
había un férreo control moral que se extendía a todos los ámbitos de su vida,
bastante riguroso también a las clases acomodadas, en este contexto, los
momentos de diversión y esparcimiento para el colectivo femenino eran nulos o
escasos, no podían salir bajo ningún concepto solas, el matrimonio era el único
camino de honor para sus vidas, según los viajeros, las mujeres vivían
recogidas en sus casas y el único contacto con el exterior era a través de la
ventana, pues se asomaban a través de los postigos para relacionarse con otras
personas. Olivia Stone anotó la peculiaridad de los postigos de las casas de
los pueblos y escribió que paseando por Garachico era observada a través de
éstos, a pesar de que la calle estaba vacía y en silencio.
Viajeros
y viajeras europeos
Las crónicas son una
importante fuente histórica para el conocimiento del pasado insular. Por tanto,
este legado de viajeros y viajeras europeos se convierte en uno de los recursos
mas importantes para rescatar la historia pasada de la población canaria en
general y de la femenina en particular, fueron ellos quienes mejor documentaron
esta forma de vida, legándonos un material histórico de incalculable valor.
Menciono algunos de los cronistas de los que procede la información contenida
en este artículo: Elizabeth Murray, Ann Brassey, Marianne North, Jessie Piazzi
Smith, Olivia Stone, entre otros.
Termino este artículo con un
sentir que me lleva a dar mas de mí y a apreciar el legado que nos deja todo
tiempo pasado.
-¿Abuela a que sabe el mar?.
Sabe a nostalgia con un poco de sal-. (Desconozco su autor).
María
de la Luz
(25-02-2018)