
La cama ubicada justo en el centro y pegada
a la pared del fondo, con unos cuantos muñecos de peluche de mi infancia, la
mesita de noche colocada a la izquierda con imágenes de vírgenes varias, de
diferentes tamaños y materiales, y una cestita ubicada en el piso con revistas,
me indicaron que mi madre la estuvo preparando para mi llegada.
El antiguo escaparate colocado a la derecha
y pegado a la pared lateral, que perteneció a mis abuelos, con ese póster de la
Virgen María Auxiliadora, el cual pegué yo misma en una de sus puertas, me
recordó las innumerables limpiezas y redecorados que solía hacerle
frecuentemente a mi habitación.
El divisar mi retrato colgado a mediana
altura en la pared de la izquierda, de gran tamaño y donde aparecía yo con mi
cara de niña de siete años y mi uniforme de colegio, me recordó en el acto a mi
padre, entrando en esa misma habitación, con él entre sus manos.
Según se entraba en ella, estaba a la
izquierda la puerta interna que comunicaba con la habitación de mis padres,
franqueada únicamente por una sencilla cortina, dejé mi maleta apenas entrar y me acosté en
mi cama, el colchón duro me hizo sentir que nada había cambiado, y que esa era
la misma habitación que había dejado hacía cuatro años atrás al partir de mi
casa.
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