Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí, así que el famélico hombre se levantó y en un
nuevo intento por espantar al enorme vertebrado volador hizo toda clase de
ruidos y señas. El animal que permanecía impasible ante los desmanes de aquel
ser, no sólo no se movía sino que además no dejaba de mirarle con sus grandes
ojos bonachones. Cansado de gesticular, el hombre volvió a su lecho de enfermo
no sin antes echarle al dinosaurio unas migajas de pan que le habían sobrado de
la cena. El dinosaurio tenía una cabeza muy grande, extenso cuello, una cola
fuerte y robusta, patas traseras con afiladas garras, unos trece metros de
altura aproximadamente y unas largas alas que semiextendidas yacían sobre el
piso. El atormentado hombre se acostó y cerró sus ojos sin dejar de murmurar
que nunca lograría ahuyentar a ese misterioso animal, además, no podía entender
como semejante dinosaurio de color verde grisáceo había logrado entrar en su
habitación.
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Gracias por volar en el cielo de mis palabras!!!