Era el primer domingo del que
fuera nuestro último otoño juntos y mientras tocaba te fuiste. Aún resuenan en
mi cabeza los acordes de mi guitarra. Nuestra relación se dirigía hacia un
inevitable invierno y los dos queríamos desesperadamente emigrar hacia algún
lugar donde pudiéramos evitar el frio. Estaba claro que nuestra estación
preferida era el verano y que daríamos cualquier cosa por pernoctar en ella,
aunque eso significara comenzar de nuevo y trasladarnos a otros lares. Las
notas musicales de aquella canción acompañaron tus pasos en el preámbulo de tu
partida. Tu maleta estaba hecha hacía algunos días. No fueron necesarias ni
preguntas ni respuestas, porque a ambos nos invadía una cómoda complicidad en
aquel momento. Siempre lo supimos, preferíamos descubrir otros soles en el
horizonte, sucumbir a la irresistible
tentación de sentir nuevos rayos de sol destemplando nuestra piel, e ir tras la
excitante aventura de disfrutar olores y sudores diferentes, inclusive de
dejarnos lavar los arrepentimientos en playas recién descubiertas. Con mi canto impedí la tan temida despedida y
nos liberamos de dar explicaciones. Lo único que pudiste decir antes de cerrar
la puerta fue, que era una bonita canción mientras yo asentía con la cabeza y
tarareaba el estribillo.
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Gracias por volar en el cielo de mis palabras!!!