domingo, 22 de febrero de 2015

EL CONCERTISTA


Faltando poco para dar comienzo a su presentación, pidió que le dejaran solo. Sentado a la orilla del sobrio sofá, ligeramente inclinado hacia adelante, con sus codos apoyados en sus piernas, asido a su instrumento que lo había acompañado durante muchos años en su transitar de músico desconocido, no supo cuanto tiempo estuvo en aquella elegante antesala, en penumbra y con muchos recuerdos arremolinados en su memoria. Quería estar consigo mismo y detenerse allí, justo en ese momento que consideraba tan importante como el concierto mismo.

Quería saborear y digerir que estaba en la hora y el día señalado. Tenía la necesidad de sumergirse en ese instante, para experimentar esa sensación del momento previo, que imaginó tantas veces de mil maneras y así poder eternizarlo en su memoria. Era él al que todos esperaban para el gran concierto, anunciado y publicitado muchos meses antes en aquel renombrado y prestigioso teatro. Se repetía así mismo una y otra vez: –ya estoy aquí-.  

Había llegado el gran acontecimiento de su vida, tomaría parte en la ejecución del concierto como solista y sentía muchas emociones encontradas dentro de sí. Su nombre figuraba en la gran marquesina, había ensayado con la prestigiosa sinfónica muchas horas y lo que otrora parecía una aspiración ilusa se convertía por fín en una realidad. En ese momento comprendía muchas cosas.

Se dio cuenta que sonreía, cuando el flash de la cámara lo sacó de sus cavilaciones, lo que hizo que se levantara automáticamente para dirigirse a donde le esperaban; se oyó una voz audible decir: -EL CONCERTISTA, ya viene-. Y mientras caminaba y escuchaba los aplausos, seguro estaba que el camino transitado como músico desconocido adquiría más vigencia y relevancia que nunca y que era ese camino, el que le daba vida a aquel acontecimiento.


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