Algunos lugares de mi ciudad.......
EL PARQUE AYACUCHO
Durante mi infancia y primera adolescencia, esa hermosa plaza de enormes y frondosos árboles, fue el panorama diario que me acompañó y el paisaje mas significativo de mi rutinario ir y venir al colegio, a lo largo de los once años que estudié allí.
Justo ubicado frente al Colegio María Auxiliadora de Barquisimeto, el Parque Ayacucho imponente en tamaño y vegetación, con su majestuoso monumento al prócer de la Patria Antonio José de Sucre, es uno de los lugares más emblemáticos de mi ciudad.
Ubicado en la carrera 15 entre calles 42 y 43, bordeado por una reja de hierro forjado, con piso de granito, dotado de un alto palomar (hogar de numerosas palomas), fuentes de agua, bancos y caminerías por las que se puede recorrer toda la plaza, con dos entradas principales, una pequeña rotonda central donde se erige el monumento y por supuesto conformado por esa maravillosa vegetación de arbustos, flores, cesped y de altos y frondosos árboles, donde habitaban las amigables perezas, loros, pajaritos, ardillas, iguanas y pequeños reptiles, constituía el panorama y paisaje significativo del que hablo.
Solía en muchas ocasiones parar el bus escolar justo en el lado de la calle colindante con el Parque Ayacucho, al bajar del trasporte escolar, las chicas contemplábamos con asombro y emoción a las perezas (animales neotropicales, los perezosos están completamente adaptados a la vida arborícola, desplazándose muy lentamente entre las ramas ya que caminan con mucha dificultad sobre el suelo), que de árbol en árbol vivían plácida y libremente en el lugar. Eran dóciles y aceptaban con beneplácito si se les daba de comer.
Las monjas nos tenían prohibido a las alumnas adentrarnos en aquella enorme plaza.
Al Parque Ayacucho se podía entrar en vehículo automotor por una de las entradas, bordear la rotonda y salir por la otra entrada que hacía las veces de salida. De pequeña, recuerdo que siempre estaba abierto al público y los carros (coches) circulaban através de él con toda normalidad.
En algún mes de mayo de algún año escolar hicimos monjas y alumnas la procesión a la virgen. Con episodios borrosos en mi memoria creo recordar toda la plaza Ayacucho llena de niñas y jóvenes, que con su uniforme de gala y detrás de la enorme imagen de la virgen María Auxiliadora, recorrimos al completo el Parque Ayacucho, dando una vuelta por la parte exterior y luego introduciéndonos dentro.
Aunque hoy en día su aspecto ha cambiado y ha sobrevivio al abandono y a la desidia de las autoridades municipales (ochenta años tiene desde su construcción), no puedo evitar cada vez que lo veo, entrar en el hermoso pasado escolar de mi niñez y es que aunque su aspecto hoy en día dista mucho de la descripción que acabo de hacer en estas líneas, prefiero creer que los recuerdos siempre tienen la razón, y que lo volveré a ver justo como lo conservo en mi memoria.
María de la Luz (Barquisimeto, 06 de Noviembre 2015).
viernes, 6 de noviembre de 2015
miércoles, 4 de noviembre de 2015
EL CEMENTERIO VIEJO
Algunos lugares de mi ciudad...
EL CEMENTERIO VIEJO
Mirando a través de la ventanilla, me sorprendió la aparición de un gran número de cruces de todos los tamaños, de pequeños y grandes mausoleos, de capillitas y de mucha vegetación conformada por frondosos árboles, floridas trinitarias y pequeños arbustos. El Cementerio Viejo acaparó toda mi atención, mientras a lo largo de toda aquella avenida, el colectivo raudo y velóz, proseguía su marcha. Era grande, más grande de lo que mis recuerdos me lo habían permitido conservar en mi memoria.
La pared exterior que bordea todo el cementerio y que consiste en un entramado de hierro forjado, deja al descubierto todas las tumbas; las mas antiguas datan de finales del siglo XIX. Es un cementerio hermoso y sorprendente.
A lo lejos divisé "La Tumba del Aviador" (así era popularmente conocida en la ciudad). El pequeño avión colocado sobre un pedestal de mármol, encima de la lápida, resaltaba sobre todas las demás tumbas de alrededor. Me alegré de verla y de que todavía se mantuviera en pie.
Llamaron mi atención dos frondosas trinitarias que completamente floridas de rojas flores, daban color al predominante blanco y gris de aquel camposanto.
Una sensación de soledad era la estampa que brindaba a mis ojos la vista de aquel cementerio enclavado en el centro de la ciudad y acto seguido, se vinieron a mi memoria algunos episodios de las visitas que de pequeña solía hacerle al lugar junto con mi familia. Se dibujaron en mi mente escenas tales como la gran venta de flores a la entrada, muchas personas limpiando y adornando las tumbas de sus familiares muertos, días soleados y un cielo muy azul.
Siempre que íbamos me gustaba parar frente a la pequeña capilla que estaba en la tumba de un niño. A través de la reja solía mirar, por el rato que me lo permitía mi madre, todos aquellos juguetes y bolsas de caramelos que cuidadosamente colocados dentro de aquella pequeña casita, parecían estar eternamente destinados al niño dueño de aquella tumba. El lugar siempre estaba limpio y ordenado como si alguien, la madre quizás, acabara de hacer la limpieza justo cada vez que yo iba.
También recordé la tumba de mis abuelos. Allí no había ni monumento, ni mausoleo, sólo una lápida y sobre ella una cruz y un pequeño libro de cemento con el nombre de mi abuela paterna y una fecha, 1960.
El colectivo avanzaba y el cementerio pasaba rápido a mis ojos, me percaté de no ver ni una persona dentro del lugar, lo que me llevó a pensar con nostalgia que quizás estaba cerrado al público y que ya por seguridad, ni siquiera permitían la entrada de los familiares de los allí enterrados sino ciertos y determinados días del año, lo que comprobé mas tarde.
Repito, es un cementerio hermoso y sorprendente, considerado Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad, pese al abandono que se evidencia en él y a la desidia a la que ha sido sometido por parte de las autoridades municipales.
En el Camposanto de Bella Vista, ese es su nombre, hay tumbas de mucha antigüedad que datan de 1884, 1885, 1890, 1891, 1893 de familias de renombre tanto del acontecer político como cultural de Barquisimeto.
Y mientras el colectivo seguía su marcha y dejaba atrás la vista del Cementerio, recordé que estamos de paso, que donde quiera que nos encontremos y sea lo que sea que estemos haciendo en la vida, siempre estamos de paso.
Me quedé con la sensación de que fué muy grato ver de nuevo, así de esa manera, a través de la ventanilla y después de tanto tiempo el Cementerio Viejo de mi ciudad, porque paradójicamente, ese lugar que guarda la muerte, revivió en mí, tiempos felices de mi niñéz.
María de la Luz (Barquisimeto, 03 de Noviembre de 2015).
EL CEMENTERIO VIEJO
Mirando a través de la ventanilla, me sorprendió la aparición de un gran número de cruces de todos los tamaños, de pequeños y grandes mausoleos, de capillitas y de mucha vegetación conformada por frondosos árboles, floridas trinitarias y pequeños arbustos. El Cementerio Viejo acaparó toda mi atención, mientras a lo largo de toda aquella avenida, el colectivo raudo y velóz, proseguía su marcha. Era grande, más grande de lo que mis recuerdos me lo habían permitido conservar en mi memoria.
La pared exterior que bordea todo el cementerio y que consiste en un entramado de hierro forjado, deja al descubierto todas las tumbas; las mas antiguas datan de finales del siglo XIX. Es un cementerio hermoso y sorprendente.
A lo lejos divisé "La Tumba del Aviador" (así era popularmente conocida en la ciudad). El pequeño avión colocado sobre un pedestal de mármol, encima de la lápida, resaltaba sobre todas las demás tumbas de alrededor. Me alegré de verla y de que todavía se mantuviera en pie.
Llamaron mi atención dos frondosas trinitarias que completamente floridas de rojas flores, daban color al predominante blanco y gris de aquel camposanto.
Una sensación de soledad era la estampa que brindaba a mis ojos la vista de aquel cementerio enclavado en el centro de la ciudad y acto seguido, se vinieron a mi memoria algunos episodios de las visitas que de pequeña solía hacerle al lugar junto con mi familia. Se dibujaron en mi mente escenas tales como la gran venta de flores a la entrada, muchas personas limpiando y adornando las tumbas de sus familiares muertos, días soleados y un cielo muy azul.
Siempre que íbamos me gustaba parar frente a la pequeña capilla que estaba en la tumba de un niño. A través de la reja solía mirar, por el rato que me lo permitía mi madre, todos aquellos juguetes y bolsas de caramelos que cuidadosamente colocados dentro de aquella pequeña casita, parecían estar eternamente destinados al niño dueño de aquella tumba. El lugar siempre estaba limpio y ordenado como si alguien, la madre quizás, acabara de hacer la limpieza justo cada vez que yo iba.
También recordé la tumba de mis abuelos. Allí no había ni monumento, ni mausoleo, sólo una lápida y sobre ella una cruz y un pequeño libro de cemento con el nombre de mi abuela paterna y una fecha, 1960.
El colectivo avanzaba y el cementerio pasaba rápido a mis ojos, me percaté de no ver ni una persona dentro del lugar, lo que me llevó a pensar con nostalgia que quizás estaba cerrado al público y que ya por seguridad, ni siquiera permitían la entrada de los familiares de los allí enterrados sino ciertos y determinados días del año, lo que comprobé mas tarde.
Repito, es un cementerio hermoso y sorprendente, considerado Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad, pese al abandono que se evidencia en él y a la desidia a la que ha sido sometido por parte de las autoridades municipales.
En el Camposanto de Bella Vista, ese es su nombre, hay tumbas de mucha antigüedad que datan de 1884, 1885, 1890, 1891, 1893 de familias de renombre tanto del acontecer político como cultural de Barquisimeto.
Y mientras el colectivo seguía su marcha y dejaba atrás la vista del Cementerio, recordé que estamos de paso, que donde quiera que nos encontremos y sea lo que sea que estemos haciendo en la vida, siempre estamos de paso.
Me quedé con la sensación de que fué muy grato ver de nuevo, así de esa manera, a través de la ventanilla y después de tanto tiempo el Cementerio Viejo de mi ciudad, porque paradójicamente, ese lugar que guarda la muerte, revivió en mí, tiempos felices de mi niñéz.
María de la Luz (Barquisimeto, 03 de Noviembre de 2015).
viernes, 9 de octubre de 2015
De frente a la ventana, y dudando de si me acercaba o no, quería con una curiosidad infinita mirar a través del cristal. Imaginaba a la niña de cabello rubio con gruesas trenzas, sentada en el piso de madera, jugando con su muñeca Marilú. Por fin, llenándome de valor para franquear la privacidad del lugar, me acerqué y apartando cuidadosamente las ramas floridas de la hermosa enredadera, alzándome de puntillas, pegué mi rostro al cristal y la pude ver a través de la vieja y empolvada ventana, alli estaba ella, la encantadora niña; absorta peinaba la cabellera negra de su preciada muñeca. Mi abuela no me había mentido, todo era tal cual como ella me lo había contado, la casa roja, grande e imponente al lado, el aljibe y la escalera en la parte de enfrente. Las numerosas historias que se agolparon en mi memoria y que revivieron al estar allí mirando a través de la ventana, me indicaron que efectivamente ella había vivido allí. Era la encantadora niña, mi madre, y esa era su casa donde habia transcurrido su infancia, casa a la que llegué de la mano de las historias que me contó mi abuela en mi niñez. Benditas las palabras contadas que nos hacen revivir y reconocer mágicamente lo ya vivido, por otras personas, en otros tiempos y en otros lugares.
María de la Luz (09 de Octubre 2015).
María de la Luz (09 de Octubre 2015).
martes, 1 de septiembre de 2015
LA NIÑA, EL CIELO Y EL MAR
Aún cuando no tenía pinceles ni paleta de colores en sus pequeñas manos, la niña pintaba absorta en su dibujo, así lo indicaban sus
brazos ligeramente levantados, sus deditos en movimiento y la expresión de sus grandes ojos. Su
rostro inclinado hacia arriba y la mirada fija en un punto, parecían prestar mucha atención a sus trazos
azules. Claramente se podía distinguir en su vestido amarillo a la altura del
pecho, el pequeño dibujo que semejaba un cielo y un mar. La niña parecía estar sumergida en el color azul que predominaba en la hermosa acuarela.
Mientras esperaba el veredicto, al
lado de su cuadro, la artista respondía a las preguntas que el entusiasmado
periodista le hacía, y a estas alturas de su trayectoria, nadie podía imaginar
que aún no había encontrado como plasmar aquel lugar; de todas las acuarelas
que había pintado ninguna complacía completamente su anhelo, pese a las
inmejorables críticas que recibía su trabajo.
Cuando recibió la noticia de que
su obra “La niña, el cielo y el mar” había sido la elegida para participar en
aquel prestigioso evento donde acudirían a exponer renombrados artistas, no
pudo evitar recordar su niñez y darle las gracias a su abuela, en voz baja. Resulta que
había pasado gran parte de su infancia tratando de dibujar el sitio exacto
donde terminaba el mar y comenzaba el cielo. Tanto era su afán por hacerlo, que
cierto día acudió a su abuela para que la ayudara a encontrar en su dibujo, el
lugar preciso donde el mar dejaba de ser mar y comenzaba a ser cielo. Nunca había olvidado que con una gran sonrisa
la anciana mujer le contestó que era muy difícil plasmar dos inmensidades en
una hoja de papel tan pequeña, y mas difícil aún separarlas, -las inmensidades,
y mira que el mar y el cielo los son- replicó la mujer, -solo caben en el
corazón y en la imaginación de un verdadero artista. Para poder encontrar ese
lugar exacto en tu dibujo tienes que encontrarlo primero dentro de ti-.
Cuando escuchó la noticia de la elección de su obra, comprendió
que había encontrado ese lugar, y al mirar su acuarela, que le había llevado años en terminar y darle forma, había decidido seguir siendo la niña que
imaginaba que pintaba el cielo y el mar, así de esa manera encontraría dentro de sí todos los lugares que quisiera plasmar en sus pinturas, y a la pregunta que le hiciera el periodista, una vez conocido el favorecedor veredicto, acerca de su técnica para plasmar sus dibujos, respondió orgullosamente: -para crear los lugares que plasmo en mis acuarelas, aplico una técnica muy especial que me enseñó mi abuela-.
miércoles, 26 de agosto de 2015
EL SUEÑO
El viento me daba en la cara
y jugaba con mi larga melena y mi hermoso vestido rojo según su capricho. Yo
volaba dando vueltas sin cesar, por momentos mi cabeza hacia abajo me hacía ver
todas las cosas al revés y mi cabello colgaba graciosamente.
Abría mis brazos y me
imaginaba que con ellos podía abarcarlo todo y el poder girar a derecha e
izquierda según lo quisiera, me producía una sensación muy agradable.
A mi paso fui encontrando
muchas cosas, tales como: corazones de papel, girasoles de verdad, avecillas de
colores, luciérnagas grandototas, estrellitas de purpurina, instrumentos
musicales, zapatillas de baile, libros voladores y personajes de cuentos leídos
en mi niñez.
Lo más impresionante de todo
era el cielo. Yo volaba a mi antojo empujada por el viento en un impresionante
cielo rojo; por lo tanto, ni un solo instante cerré mis ojos y si lo hice no lo
recuerdo, pues no quería perderme el fantástico espectáculo que me
proporcionaba mi venturoso vuelo.
También encontré en esa
mágica aventura: letras, nubes, rayos de sol, brillantes gotas de agua, flores
de mil colores y una carta donde pude leer claramente su nombre, y cuando quise
coger la carta, desequilibré mi vuelo y haciendo aquel paso de baile que tanto
me gustaba y con el cual creí coger impulso para alcanzar lo que de seguro era
una romántica misiva, desperté.
Una espontánea sonrisa
se dibujó en mis labios y pensando por unos instantes en el fantástico e
increíble sueño que había tenido, me levanté entusiastamente, pues no había
tiempo que perder. Ese día iba a ser maravilloso, puesto que me esperaba el gran
acontecimiento de festejar mi cumpleaños.
jueves, 6 de agosto de 2015
EN AQUEL HERMOSO Y FLORIDO DESCAMPADO
Hermosamente salvajes, ellos
corrían contra el viento. Él arrogante y sobrado, con su negro y brillante
pelaje, su mirada penetrante, dando
rienda suelta a su atrevido galope que
lo distinguía mientras el viento jugaba con sus largas y atractivas crines,
buscaba llamar la atención. Ella suave y ligera, rubia como el sol, con grandes
ojos marrones, de movimientos ágiles, y juguetona, coqueteaba con su trote
sensual. Atraídos por el excitante juego de hacerse la corte, ella esquiva e
insinuante, él osado e imponente, con su constante retozar, añadían hermosura a
aquel florido descampado. Cautivados por ese provocador juego, el corretear uno
detrás del otro parecía un placer incansable, o saltar y brincar alegremente,
se convertía en una competida diversión. Aventuraba él, con su cercanía cada
vez más impetuosa, dando vueltas a su alrededor a gran velocidad. Desafiaba
ella, permaneciendo inmóvil con un aire de indiferencia, ante el desbocado
comportamiento de su pretendiente. Día tras día seducidos por un juego apasionado, sobrecogidos por los instintivos
sentidos dueños de su naturaleza salvaje, siendo ella cada vez mas sumisa,
estando él cada vez mas cercano, aquel hermoso lugar fue testigo de sus
suspiros y de sus apasionantes cópulas. En aquellas horas de estar juntos, el
viento con su silencio dejaba oír sus agitadas respiraciones, las flores eran
testigos fieles de su unión, y ni la sutil llovizna, ni el ardiente sol hacían
mella en sus febriles deseos. El temblor de sus cuerpos semejaba el delicado
temblor de las hojas de los árboles y en medio del éxtasis, un fuerte y sonoro
relincho desgarraba el aire; algunas
aves inquietas por el fuerte sonido, revoloteaban alrededor de las copas de los
árboles, para luego de un circular vuelo, posarse nuevamente en su lugar.
Ahora, solo él corría desbocado contra el viento y ella lo esperaba con su
abultado vientre cerca del arroyo, donde siempre retornaba jadeando, para
saciar su sed. Acercándose despacio y empujándola suavemente, la invitaba a
iniciar un pausado galope en aquel florido y hermoso descampado. Y así transcurrían los días, él
arrogante y sobrado, con su negro y brillante pelaje, su mirada penetrante,
dando rienda suelta a su atrevido galope
que lo distinguía, mientras el viento jugaba con sus largas y atractivas
crines. Ella suave y ligera, rubia como el sol, con grandes ojos marrones, de
movimientos ágiles, y juguetona, coqueteando con su trote sensual.
martes, 4 de agosto de 2015
ERA EL AMOR QUE LOS ENVOLVÍA CON SU MÚSICA
Los amantes bailaban como si nadie los estuviera viendo.
Danzaban sin dejar de mirarse el uno al otro. Parecía que no tenían conciencia
de su entorno. Ensimismados se entregaban sin pudor, ni vergüenza a su baile,
no se sabía si sucumbían a la melodía o a sus cuerpos entregados a la pasión
por la danza. Cada viernes por la noche,
en aquel lugar, solían ser el espectáculo que dan los enamorados cuando se
rinden a esa adicta locura que es el amor; con cada paso, con cada giro, con
cada contoneo de sus cinturas y caderas, con sus brazos entrelazados, con sus
manos estrechadas, con sus miradas hipnotizadas, cuerpo con cuerpo, sus movimientos no daban
tregua, era el amor que los envolvía con su música.
miércoles, 1 de julio de 2015
BARQUITOS DE PAPEL
Venció el miedo y acudió, y para su bien todo fue más fácil de lo que había imaginado.
Su mirada devoradora le indicó, que él ya no tiene armas, y que por fin, ella domina su situación. Le ha dado otra lección.
Muchos ojos hablaron, pero eso ya no le afecta .....
Ella se siente digna, muy digna ......
Saberse libre de la circunstancia, del entorno y ser capaz de brindarse abiertamente para servir y apoyar a sus semejantes, ha sido su mayor triunfo.
Constatar su propia fortaleza y nobleza de corazón fue un gran regalo.
Una voz en forma de murmullo le repite, cada vez con mayor fuerza, que pronto será mucho mas libre.
Y mirando esa hermosa imagen donde la chica cuenta barquitos de papel, y los hace a la mar, ella también anhela sentir la fuerza del viento que los empuja y la fuerza de los vaivenes de las olas del mar que los mece, haciéndolos libres unos de otros y al mismo tiempo dueños de su propia y única travesía.
miércoles, 17 de junio de 2015
EL MIMO
martes, 9 de junio de 2015
NOSTALGIA
A lo lejos la inmensidad del mar se confunde con la
inmensidad del cielo, desde este lugar las dos inmensidades se contemplan
perfectamente.
Cierro los ojos y por un instante esas inmensidades se
meten en mi corazón y arropan mi soledad, entonces, como por arte de magia, el
horizonte se acerca y con él la tierra que me vio nacer, y se une al calor y al
amor maternal que pulula por todos los rincones
de esta hermosa región. Y sueño que ya no existe ni horizonte ni distancia.
Oigo sus voces, la de mis abuelos, que me arrullan y
consuelan, y con travesura ellos soplan la maravillosa brisa que seca mis
lágrimas. Una sentida ternura me envuelve.
A lo lejos la inmensidad del mar se confunde con la
inmensidad del cielo, desde este lugar las dos inmensidades se contemplan
perfectamente, y a mis oídos llegan los ecos de una folía y del zapateo de un
joropo. La nostalgia se viste de quietud y silencio.
SE QUEDÓ CALLADA ANTE AQUELLO QUE LASTIMÓ SU ALMA
Se quedó callada ante
aquello que lastimó su alma.
Aquel nueve de junio las
lágrimas invadieron su rostro y el cinismo de las palabras de aquella
conversación, bailó su danza con aires de soberbia. Por un tiempo sintió
vergüenza, lástima de si misma y mucha tristeza. Y entonces llegó la soledad
cargada de lágrimas, y paradójicamente también llegó la amistad en forma de
consuelo, de la mano de un caballero-amigo y de una hermana-amiga. Durante un
año se quedó callada ante aquello que lastimó su alma. Hoy soplan vientos
fuertes, hay nuevos aires y se divisa por fin un horizonte lleno de esperanza.
Ya no más vergüenza, ni lástima. Nunca existieron. Sólo fue el miedo que
quiso jugar su juego. Y aunque el orgullo
y la arrogancia quisieron hacer su reaparición e infundir temor, ella con
valentía pronunció palabras fuertes, sentidas y certeras. Ha dado una lección y
no guarda rencor porque su soledad la vistió de sabiduría. Y allí, en ese lugar
donde habita el temor, yace él, inmóvil y acorralado en su cobardía, en cambio
ella, aunque algunas lágrimas le dan brillo a su mirada de vez en cuando, alza
el vuelo, porque soplan vientos fuertes, hay nuevos aires y se divisa por fin
un horizonte lleno de esperanza.
jueves, 21 de mayo de 2015
MI DORMITORIO
Al entrar en ella, tuve una
sensación extraña. El color rosa fuerte de las paredes, las cuales había
pintado yo misma unos cuantos años atrás, me recibió con un llamado de atención,
que hizo que se agolparan en mi memoria y en un instante muchos recuerdos. Parecía
que entraba en una vieja habitación, pero no, esa habitación fue mi lugar de
dormitorio durante muchos años de mi vida, no era una vieja habitación, era mi
habitación.
La cama ubicada justo en el centro y pegada
a la pared del fondo, con unos cuantos muñecos de peluche de mi infancia, la
mesita de noche colocada a la izquierda con imágenes de vírgenes varias, de
diferentes tamaños y materiales, y una cestita ubicada en el piso con revistas,
me indicaron que mi madre la estuvo preparando para mi llegada.
El antiguo escaparate colocado a la derecha
y pegado a la pared lateral, que perteneció a mis abuelos, con ese póster de la
Virgen María Auxiliadora, el cual pegué yo misma en una de sus puertas, me
recordó las innumerables limpiezas y redecorados que solía hacerle
frecuentemente a mi habitación.
El divisar mi retrato colgado a mediana
altura en la pared de la izquierda, de gran tamaño y donde aparecía yo con mi
cara de niña de siete años y mi uniforme de colegio, me recordó en el acto a mi
padre, entrando en esa misma habitación, con él entre sus manos.
Según se entraba en ella, estaba a la
izquierda la puerta interna que comunicaba con la habitación de mis padres,
franqueada únicamente por una sencilla cortina, dejé mi maleta apenas entrar y me acosté en
mi cama, el colchón duro me hizo sentir que nada había cambiado, y que esa era
la misma habitación que había dejado hacía cuatro años atrás al partir de mi
casa.
miércoles, 29 de abril de 2015
DANZANDO CON EL VIENTO
Una brisa inesperada me empujó hasta aquel mágico y encantador lugar donde es posible danzar con el viento.
Aunque al principio, el viento mayor era raro, esa primera brisa que me llevó hasta allí fue amable y tranquila, empujándome con suavidad y certeza. Tuve que hacerme un lugar en aquel sitio para darle forma a mis movimientos, e ir llenándolo poco a poco de mi propia calidez.
El tiempo pasa y no nos damos cuenta cuando danzamos con el viento, por lo tanto en aquel paisaje que me rodeaba, los vientos fueron muchos y muy variados. Los vaivenes a los que me vi sometida moldearon un poquito mi lugar allí, pero entre medias de todos esos vientos, repentinamente, un viento mágico lo envolvió todo, y jugueteaba a mi alrededor haciéndome sentir que tenía alas y que podía volar.
Desde entonces, ya no me fue posible dejar de danzar y comprendí que la vida es una danza.
Continué dando forma a mi danza y descubrí que se había convertido en un camino hacia mi misma, y aprendí con cada movimiento a sortear brumas impregnadas de melancolía, a dejar que me arropara el aire silencioso y a empujar vientos de esperanza.
Hoy continúo mi camino de la danza, y sean cual sean los vientos que soplen, un aire de nostalgia siempre me envuelve, al recordar aquel mágico y encantador lugar donde es posible danzar con el viento.
María de la Luz
Aunque al principio, el viento mayor era raro, esa primera brisa que me llevó hasta allí fue amable y tranquila, empujándome con suavidad y certeza. Tuve que hacerme un lugar en aquel sitio para darle forma a mis movimientos, e ir llenándolo poco a poco de mi propia calidez.
El tiempo pasa y no nos damos cuenta cuando danzamos con el viento, por lo tanto en aquel paisaje que me rodeaba, los vientos fueron muchos y muy variados. Los vaivenes a los que me vi sometida moldearon un poquito mi lugar allí, pero entre medias de todos esos vientos, repentinamente, un viento mágico lo envolvió todo, y jugueteaba a mi alrededor haciéndome sentir que tenía alas y que podía volar.
Desde entonces, ya no me fue posible dejar de danzar y comprendí que la vida es una danza.
Continué dando forma a mi danza y descubrí que se había convertido en un camino hacia mi misma, y aprendí con cada movimiento a sortear brumas impregnadas de melancolía, a dejar que me arropara el aire silencioso y a empujar vientos de esperanza.
Hoy continúo mi camino de la danza, y sean cual sean los vientos que soplen, un aire de nostalgia siempre me envuelve, al recordar aquel mágico y encantador lugar donde es posible danzar con el viento.
María de la Luz
viernes, 24 de abril de 2015
ENTRE COLORES
Habían iniciado su noviazgo hacía muy poco
tiempo, pero en realidad eso no importaba, ya que cuando aparece el amor, el tiempo
se pierde de vista; al menos eso era lo que ella había experimentado. Era
bailarina y desde la mas tierna edad se había subido a un escenario y
ahora, además de danzar con sus compañeros, lo hacía con la explosión de
intensos y maravillosos colores que había originado su amor por él. Cada vez
que se subía a las tablas aparecían ellos: brillantes, vivos, profundos,
amontonados, mezclándose unos con otros y danzando junto a ella.
Y es que así era esa sensación maravillosa que la
acompañaba desde que se entregó a construir la coreografía del amor. Cuando su
cuerpo entraba en movimiento, la invadía una gama de colores y danzando como si
estuviera sobre una gran paleta jugaba con los tonos y las intensidades, entonces,
sus pies y manos se convertían en maravillosos pinceles, que coloreaban los
sentimientos que le daban vida al amor.
Sus compañeros no podían imaginar la cantidad de colores
que originaba su baile. A sus ojos el escenario ya no tenía decorado, ni el salón de
ensayo estaba libre ya que ellos, los maravillosos colores lo invadían todo.
Rubí y Rubio se habían convertido en las grandes promesas
de aquel prestigioso ballet. Allí se habían conocido y allí habían comenzado la
danza de su amor. Con su baile pintaban en distintas tonalidades sus movimientos, cada paso, cada giro, dando brillo y diferentes matices a cada color, salpicando al tímido blanco o decolorando al oscuro negro cuando era necesario. Ella lo había llevado a él también, a sumergirse en la explosión de colores que originaba el amor mutuo, así que cuando ambos danzaban, sentían esa maravillosa sensación que surge, al entregarse a la colorida coreografía del amor. Entre colores discurría su baile y su amor.
jueves, 23 de abril de 2015
LA ESTANTERÍA DE LIBROS
Como cada jueves en la
tarde, perro y niña estaban allí de frente a la gran estantería, mirando de
arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba todos aquellos libros. Lo que más le
llamaba la atención a Penélope, eran los colores. Aquella gran cantidad de
libros de todos los colores formaban en su conjunto y a sus ojos un colorido y
muy atractivo panorama.
A los usuarios de aquella
biblioteca no les pasaba desapercibido
que aquella chiquitina y su compañero perruno miraran con tanto interés y por
largos ratos la estantería del pasillo central.
Mientras su abuelo hacia su
gestión de costumbre, Penélope y Peluso formaban un hermoso cuadro digno de ser
pintado por el mejor pintor. Sus cabezas inclinadas ligeramente hacia arriba y
los ojos muy abiertos los convertía en grandes observadores de todos aquellos
libros.
A Penélope le encantaba
imaginar las mágicas historias escritas en ellos. Para la niña en los libros de color azul, estaban
escritas las historias de hadas, en los de color rojo se contaban las historias
del circo, en los libros color verde estaban las historias de bosques
encantados, en los de color rosa se narraban las vidas de príncipes y
princesas, en los libros color negro se hablaba de fantasmas, brujas y
misterios y en los de color violeta aparecían las peripecias del duende Benito.
Y por supuesto que la niña estaba segura de que el duende Benito vivía entre
los libros. Si hasta algún día le pareció verlo asomado por allí entre los
libros de color blanco.
Cuando su abuelo caminaba
hacia la puerta de la biblioteca, ya era señal de que se tenían que ir.
Automáticamente niña y perro emprendían la marcha hacia el encuentro con el
anciano, quien mientras caminaba con paso lento y un libro entre sus manos, no
podía evitar pensar la gracia que le causaba el encantador espectáculo que
ofrecían su nieta y mascota a los usuarios de la biblioteca.
Ya de regreso caminando por
la vereda, Penélope solía decirle a Peluso que cuando fuera grande trabajaría
en la biblioteca, se leería todos los libros y descubriría el lugar exacto
donde vivía el duende Benito.
lunes, 6 de abril de 2015
LAS MÁSCARAS
El Bufón solía pensar para sí mismo que su trabajo era uno de los más duros de todos cuantos había en la vida. Nadie conocía su verdadero rostro. Todos sabían quién era cuando llevaba una de sus máscaras puesta, entonces le saludaban, bromeaban y se entretenían con él. No recordaba si había nacido bufón o si por el contrario alguna vez no lo fue. Poco a poco se había ído acostumbrando a sus máscaras y prácticamente no podía estar sin ellas. Su rostro descubierto le hacía sentirse inseguro y se hallaba desprotegido cuando no las usaba.
Nadie lo sabía pero tenía un método muy particular para elegir la máscara que usaría en cada función y este consistía en lo siguiente: Cuando amanecía triste, enfadado o desilusionado se ponía la máscara de la risa; cuando por el contrario amanecía alegre, esperanzado y lleno de ilusión, usaba la máscara de las lágrimas. Y es que en eso consistía su trabajo, en mostrar la ironía de la vida y que mejor manera de mostrarla, sintiéndola el mismo: riendo cuando tenia ganas de llorar y llorando cuando tenia ganas de reír.
Un buen día todos se quedaron esperando la función. El Bufón no apareció. Nadie sabía que había sucedido con él. Lo buscaron por todo el pueblo y no lo encontraron, por el contrario en su tienda lograron apresar a un hombre que con cara de terror, contemplaba dos máscaras destruidas entre sus manos.
viernes, 27 de marzo de 2015
SU LOCURA
Al principio no se le notaba. Como
si fuera el más común de los mortales a mis ojos se vislumbraba como un hombre
atractivo e interesante. Pensaba para mis adentros que su vida estaba llena de
actividades importantes así me lo hacían concluir sus talentos y cualidades, aunque
cierto aire de arrogancia que dejaba traslucir de vez en vez, me hacía pensar
en otras posibilidades inciertas acerca de su persona.
-¿Qué cómo me di cuenta?- Me di
cuenta en el momento justo en que pronunció la descabellada frase: -“Tu estás
confundida”-. Entonces fui víctima de sus contradicciones y comprendí, que en su interior se libraban grandes
batallas emocionales y luchas consigo mismo. Caminar por la vida anulando
los asuntos del alma y del corazón, se había convertido en su gran locura.
domingo, 15 de marzo de 2015
EL LABERINTO
En incontables ocasiones, el
hombre cavisbajo había pasado por la salida de aquel lugar sin darse cuenta.
Con su mirada clavada en el piso y cansado de dar vueltas a las que no les
encontraba sentido ni orientación, estaba a punto de echarse a llorar. Se
preguntaba una y otra vez que como había ido a parar a aquel laberinto, que
nunca había visto en su cotidiano transitar por el camino que lo llevaba a su faena
diaria. Había intentado pedir ayuda dando gritos, pero había sido inútil, nadie
atendía a su llamado. Había corrido y caminado en uno y otro sentido una y otra
vez, colocando marcas para no volver a pasar por el mismo lugar. También había
sido inútil. Intentaba recordar, en qué punto del camino había entrado en aquel
intrincado laberinto, para ver si así podía encontrar una solución a su
situación. Ya dándose por vencido, se tumbó en el piso, cansado física y
mentalmente, y lloró un rato con las manos puestas en su rostro. Quedándose
dormido, soñó que era un ave que volaba velozmente surcando el cielo. Cuando
despertó dirigió su mirada hacia arriba, aunque no tenía ni idea de cuánto
tiempo había pasado en aquel lugar, aún era de día y el sol brillaba en un
cielo muy azul. Se puso de pie y sin dejar de mirar hacia arriba comenzó a
caminar, en ese momento se dio cuenta de que todo el tiempo había estado
siguiendo las paredes del laberinto, que no había levantado su mirada más allá
de unos cuantos metros delante de sus pasos. Comenzó a correr sin dejar de
mirar las aves que volaban en lo alto y enseguida, para su sorpresa, encontró la
salida la cual pudo ver a lo lejos, remontando la mirada por sobre las paredes
del laberinto. Se dio cuenta que cambiando de perspectiva había cambiado su
circunstancia.
domingo, 22 de febrero de 2015
LA CASA DE LAS MUÑECAS
Eran todas muy hermosas, angelicales y casi mágicas.
Extasiada ante tanta delicadeza no podía dejar de mirarlas y admirarlas.
Aquella casa era encantadora, rodeada por un amplio jardín de flores y plantas
de los mas variados tipos, decorada con un gusto conservador con muebles de
madera de tea y tapetes bordados por doquier, tenía grandes ventanas y puertas
e innumerables habitaciones y ambientes.
Las muñecas estaban por todas partes,
vestidas con hermosos trajes vaporosos de diferentes colores y texturas,
encajes, tules, cintas, adornos en sus cabelleras y accesorios formaban parte
de sus vestimenta. Estaban colocadas en las camas, sobre cada mesa y repisa, en
los muebles y las sillas, sobre los recodos de la escalera, en la cocina y
hasta en el jardín.
La mujer
preguntó: -¿Cuál escoges? -La miré sorprendida, pues no podía creer lo que me
ofrecía. Entonces, ella dijo: -Ya que has venido hasta aquí tienes que llevarte
una muñeca, esa es la norma para todo el que visita esta casa-. Todavía sin creer
lo que me decía, inexplicablemente miré a mi alrededor una y otra vez, di
algunos pasos a la deriva y escogí la del vestido amarillo, con larga cabellera
rubia y grandes ojos marrones. En sus manos tenía una margarita.
La mujer dijo,
-has hecho una buena elección. Ahora iré a los registros y veré cuál es su
nombre-. Mientras esperaba a la mujer no dejé de mirar a aquella muñeca.
Enseguida regresó y con voz dulce y una sonrisa muy segura me dijo: -Su nombre
es Ana-. Mientras salía de aquel encantador lugar con la muñeca entre mis
manos, no podía dejar de pensar en sus palabras: -"Has hecho una buena
elección"-. No salía de mi asombro ya que la preciosa muñeca se llamaba como yo.
EL PEQUEÑO PUERTO AZUL
Después de aquella terrible semana en alta mar llegaron a
aquel pequeño puerto. Con muchas horas de navegación y de agotador trabajo sobre
sus espaldas, y sin dormir, sus cansados ojos no daban crédito a la quietud de
aquel acogedor panorama. Eran las siete de la mañana y la calma y el silencio
los recibieron con desparpajo y arrojo. Se miraron unos a otros extrañados de
no encontrar rastros en aquel lugar de la feroz tormenta que los azotó durante
días y que pareció perseguirlos en su travesía por el océano. Cuando le
preguntaron al marinero que los ayudó a atracar su barco que cómo habían pasado
el temporal en aquel sitio, como respuesta recibieron una interrogante y
una expresión de incredulidad. El canto de las gaviotas contrarrestaba el sonido
de la mar embravecida que todavía rugía en sus oídos, y al divisarlas colocadas
una al lado de la otra en una larga hilera sobre el gran cartel que distinguía
el nombre de aquel bonito lugar, bajo un cielo muy azul y arropadas por la monotonía
del amanecer sintieron alivio en sus maltrechos sentidos, acto seguido les
invadió la sensación de que el mundo se había quedado anclado y permanecía
estático en ese punto del Atlántico. Una vez atracado su velero, se dispusieron
a desembarcar para asearse un poco e ingerir algún alimento.
El pequeño puerto azul, como había decidido llamarlo, al
que llegaron empujados por la tormenta, era simplemente encantador y allí
estaba ella, con su larga cabellera morena movida por la ligera brisa marina,
saludando con su mano extendida y con una amplia sonrisa en su rostro. Pedro
giró la cabeza para saber a quien saludaba la chica y entendió cuando vio que
el fotógrafo no dejaba de disparar su lente fotográfica. Sus compañeros de
tripulación y él tomaron el desayuno en un restaurante ubicado en el segundo
piso de la torre de control en una amplia terraza con piso de azulejos de
colores y con vista al mar. Un espléndido sol que asomaba entre las nubes los acompañó
en su comida. La morena de cabellera larga se acercó hasta donde estaban ellos,
su piel de ébano brillaba y su juvenil sonrisa inundaba todo el lugar.
Fotógrafo y chica no desaprovecharon la belleza del sitio y la luz espléndida
que proveía el sol naciente a esa hora de la mañana, para tomar numerosas fotos
desde distintos ángulos, con lo cual embellecieron aún más el agradable
panorama que se desparramaba por doquier.
Una ducha de agua caliente les devolvió la vida. A medida
que avanzaba la mañana, aquel puerto despertaba de su letargo nocturno, y
efectivamente pudieron cerciorarse de que al menos en muchas semanas no habían
tenido ni tormentas ni temporales por allí, así que a esas alturas de los
acontecimientos casi se podían reír de sí mismos y de su propia paranoia cuando
llegaron al lugar para resguardarse del temporal.
Una vez que descansaron lo suficiente, decidieron quedarse
un par de días en aquel puerto. El pequeño muelle, cinco pantalanes, una decena
de restaurantes, la torre de control rodeada de hermosas terrazas, los
servicios a lo largo del puerto, una entrada con un pequeño espacio que hacía
las veces de centro comercial, y todas las dependencias pintadas de ese azul
que asemeja el azul del mar, hacían de aquel pequeño puerto, un lugar hermoso.
Los barcos de tránsito, los centros de buceo, el catamarán turístico, las motos
de agua y la faena de los pescadores del lugar salpicada de rasgos autóctonos
de la zona le daban vida y deleitaba los sentidos.
Hoy con la foto entre sus manos, recuerda el día que
zarparon muy temprano en la mañana, la misma calma y silencio que los recibiera
el día que llegaron, los despidió. La guapa morena le había regalado una foto a
propósito de una agradable tertulia que tuvieron la noche anterior de su
partida en uno de los restaurantes del lugar. Pedro, con el ímpetu de sus
veintiún años, se había quedado prendado de la cabellera larga, de la amplia
sonrisa y de la imagen de la hermosa chica que desde la terraza de la torre de
control los despidió con su mano extendida.
EL CONCERTISTA
Faltando poco para dar comienzo a su presentación, pidió que
le dejaran solo. Sentado a la orilla del sobrio sofá, ligeramente inclinado
hacia adelante, con sus codos apoyados en sus piernas, asido a su instrumento
que lo había acompañado durante muchos años en su transitar de músico
desconocido, no supo cuanto tiempo estuvo en aquella elegante antesala, en
penumbra y con muchos recuerdos arremolinados en su memoria. Quería estar consigo
mismo y detenerse allí, justo en ese momento que consideraba tan importante como
el concierto mismo.
Quería saborear y digerir que estaba en la hora y el día
señalado. Tenía la necesidad de sumergirse en ese instante, para experimentar
esa sensación del momento previo, que imaginó tantas veces de mil maneras y así
poder eternizarlo en su memoria. Era él al que todos esperaban para el gran
concierto, anunciado y publicitado muchos meses antes en aquel renombrado y
prestigioso teatro. Se repetía así mismo una y otra vez: –ya estoy aquí-.
Había llegado el gran acontecimiento de su vida, tomaría
parte en la ejecución del concierto como solista y sentía muchas emociones
encontradas dentro de sí. Su nombre figuraba en la gran marquesina, había
ensayado con la prestigiosa sinfónica muchas horas y lo que otrora parecía una
aspiración ilusa se convertía por fín en una realidad. En ese momento
comprendía muchas cosas.
Se dio cuenta que sonreía, cuando el flash de la cámara lo
sacó de sus cavilaciones, lo que hizo que se levantara automáticamente para
dirigirse a donde le esperaban; se oyó una voz audible decir: -EL CONCERTISTA,
ya viene-. Y mientras caminaba y escuchaba los aplausos, seguro estaba que el
camino transitado como músico desconocido adquiría más vigencia y relevancia
que nunca y que era ese camino, el que le daba vida a aquel acontecimiento.
jueves, 15 de enero de 2015
EL LIBRO DE LOS SECRETOS
Cada vez que abría el libro algún secreto se escapaba, por lo tanto, iba con sumo cuidado a la hora de hacer la selección. Era un consumado lector y un asiduo usuario de aquella pequeña biblioteca así que todos los viernes, iba en búsqueda de un nuevo libro para el fin de semana.
Según su experiencia, ya que en varias ocasiones se había topado con el susodicho libro, este tenía la particularidad de no poder ser visto. Los secretos que contenía, tenían la habilidad de mantenerlo oculto así que fácilmente podía caer en las manos de cualquier usuario de la biblioteca.
Tenía la certeza de que él no era el único que había sido víctima de aquel libro, sino que por el contrario, los demás usuarios de la biblioteca al igual que él, mantenían en secreto el haberlo descubierto.
Los secretos podían ser de varias clases: Existían los secretos voladores, que por la velocidad de su vuelo se volvían inalcanzables, estaban los secretos escurridizos de esos que caen en cualquier punto y se deslizan con facilidad, también los había de los que se esconden en el bolsillo y van a todas partes con uno, los secretos íntimos iban de incógnito y los secretos misteriosos eran los más difíciles de descubrir y los más de temer. De todas maneras, fuera cual fuera la clase de secreto, lo cierto y seguro era, que ejercían una poderosísima influencia y magnetismo sobre el lector de los que no se podía escapar, y generaban una gran expectativa por descubrirlos y resolverlos.
Nunca podrá olvidar su incidente, con el secreto de amor que se escapó, al abrir el libro la primera vez que cayó en sus manos. Recuerda claramente que caminando despacio por el último pasillo de la izquierda, leyendo uno a uno los títulos y autores, deteniéndose en alguno que otro libro para ojearlo, no supo cómo ni cuando, se encontró repentinamente con EL LIBRO DE LOS SECRETOS entre sus manos.
Al abrir el libro, aquel secreto de amor saltó sin aviso y sin protesto sorprendiéndolo enormemente, lo que le hizo dar un tras pies y cerrar el libro abruptamente, produciendo un sonido fuerte, con lo cual algunos usuarios de la biblioteca le pidieron mantenerse en silencio.
Pasó meses enteros ocupado, primero en evadirlo y luego, ya no teniendo más remedio, en descubrirlo. Cuando por fin logró resolver aquel secreto, ya había reunido el suficiente valor para declararle su amor a la guapísima bibliotecaria, que ocupaba su corazón desde hacía mucho tiempo atrás.
No era muy frecuente toparse con aquel libro, pero él había tenido el cuidado de no dejar sin descubrir ni resolver el secreto que se escapaba cada vez que lo había abierto, pues ya había sido víctima de las consecuencias de no hacerlo.
Estaba seguro que algún secreto misterioso se había escapado y andaba suelto por allí y pensaba que hasta que no lograra ser descubierto y resuelto por el lector al que se le había escapado, EL LIBRO DE LOS SECRETOS no dejaría de hacer de las suyas en aquella pequeña biblioteca, pues creía firmemente que el secreto misterioso sin resolver le daba un enorme poder a aquel enigmático libro.
miércoles, 14 de enero de 2015
LA DEVOCIÓN
Ese día todo se reduce a la devoción de la virgen, la ciudad se vuelve pequeña y se compacta en un río humano que se mueve hacia adelante siempre, variopinto y bullicioso. Ella navega todos los años en esas aguas y se deja llevar al vaivén de la fe de aquellas gentes. Esa pequeña ciudad, de tardes coloradas, de ciudadanos campechanos, de sitios modernos y no tan modernos, de edificios, casas, plazas y calles dormidas en el tiempo, es testigo año tras año de su llegada.
La devoción transmitida de padres a hijos, más bien, de unos a otros, como una condición natural de los hombre y mujeres nacidos de esa tierra, desde tiempos bastantes lejanos, sustentada en un hecho mágico-religioso y misterioso, subsiste y se renueva cada año.
Las innumerables formas y maneras de demostrar la fe de aquellas gentes, en algunos casos muy ocurrente y graciosa pero no menos devota, le da un toque especial y único a aquella procesión. Por lo tanto, los colores y vestidos mágico-religiosos, las cruces de madera o de cualquier material, las alas de ángel y los pies descalzos son los elementos más destacados para demostrarla. El río ancho se estrecha, se repliega y no deja de moverse entre risas, lágrimas y cantos.
Ni el tiempo, ni las adversidades económicas, ni políticas, ni de ninguna índole han disminuido el caudal y la fuerza de ese río humano. Un hecho curioso o misterioso es que los índices delictivos disminuyen ese día en cifras muy importantes.
La VIRGEN, tiene una expresión de madre enternecida, su cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, su mirada anclada en un punto que lo abarca todo pareciera contemplar el caminar de todos sus hijos, que con sus pecados a cuesta, la llevan y no la dejan de llevar. A lo mejor para espiar sus culpas, la devoción expresada ese día cumple el papel fundamental de lavar las penas individuales y colectivas, de ser protagonistas de la grandeza del misterio de aquella imagen, de cumplir con las promesas ofrecidas o quizás de desbordar sentimientos reprimidos asidos al misterio, a la fe y a lo desconocido.
No importa el tiempo, los niños de ayer todavía forman hoy parte de ese río y los niños de hoy formarán parte de él mañana. No importa la distancia, la gente que dejó aquella ciudad continúa como afluente del cause de ese río, desde dondequiera que está, pues la devoción es tan arraigada que no perece.
Un río humano, que recorre muchos kilómetros. Ella navega todos los años en esas aguas y se deja llevar al vaivén de la fe de aquellas gentes. Esa pequeña ciudad, de tardes coloradas, de ciudadanos campechanos, de sitios modernos y no tan modernos, de edificios, casas, plazas y calles dormidas en el tiempo, es testigo año tras año de su llegada. Esa es mi ciudad, si señor y yo también soy parte de esa devoción.
María de la Luz (14 de Enero 2015).
La devoción transmitida de padres a hijos, más bien, de unos a otros, como una condición natural de los hombre y mujeres nacidos de esa tierra, desde tiempos bastantes lejanos, sustentada en un hecho mágico-religioso y misterioso, subsiste y se renueva cada año.
Las innumerables formas y maneras de demostrar la fe de aquellas gentes, en algunos casos muy ocurrente y graciosa pero no menos devota, le da un toque especial y único a aquella procesión. Por lo tanto, los colores y vestidos mágico-religiosos, las cruces de madera o de cualquier material, las alas de ángel y los pies descalzos son los elementos más destacados para demostrarla. El río ancho se estrecha, se repliega y no deja de moverse entre risas, lágrimas y cantos.
Ni el tiempo, ni las adversidades económicas, ni políticas, ni de ninguna índole han disminuido el caudal y la fuerza de ese río humano. Un hecho curioso o misterioso es que los índices delictivos disminuyen ese día en cifras muy importantes.
La VIRGEN, tiene una expresión de madre enternecida, su cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, su mirada anclada en un punto que lo abarca todo pareciera contemplar el caminar de todos sus hijos, que con sus pecados a cuesta, la llevan y no la dejan de llevar. A lo mejor para espiar sus culpas, la devoción expresada ese día cumple el papel fundamental de lavar las penas individuales y colectivas, de ser protagonistas de la grandeza del misterio de aquella imagen, de cumplir con las promesas ofrecidas o quizás de desbordar sentimientos reprimidos asidos al misterio, a la fe y a lo desconocido.
No importa el tiempo, los niños de ayer todavía forman hoy parte de ese río y los niños de hoy formarán parte de él mañana. No importa la distancia, la gente que dejó aquella ciudad continúa como afluente del cause de ese río, desde dondequiera que está, pues la devoción es tan arraigada que no perece.
Un río humano, que recorre muchos kilómetros. Ella navega todos los años en esas aguas y se deja llevar al vaivén de la fe de aquellas gentes. Esa pequeña ciudad, de tardes coloradas, de ciudadanos campechanos, de sitios modernos y no tan modernos, de edificios, casas, plazas y calles dormidas en el tiempo, es testigo año tras año de su llegada. Esa es mi ciudad, si señor y yo también soy parte de esa devoción.
María de la Luz (14 de Enero 2015).
martes, 13 de enero de 2015
EL MURAL
Todos los bailarines sudaban y el director gritaba como un
energúmeno, repetía los tiempos insistentemente para que la coreografía saliera
en perfecta coordinación de movimientos.
El espectador no lograba entender aquella danza y en su cabeza se dibujaba una gran serpiente, ondulante y de movimientos lentos. Se imaginaba que la víbora se movía a través del aire, como si flotara en el espacio, en cámara lenta y con la mirada dirigida hacia el cielo.
Nuevamente los gritos del director se escucharon en todo el lugar, esta vez en franca reprimenda hacia los danzantes, que con cara de incomprensión y frustración no lograban captar la esencia de aquel baile.
Acto seguido llegaron los de utilería y decoración y al desplegar aquel gran mural, donde se plasmaba la publicidad del evento, con la imagen de una enorme serpiente, seguida de una explícita alusión al calendario chino, el espectador lo comprendió todo. Inmediatamente salió del lugar, con la firme intención de asistir al espectáculo en la hora y días señalados.
lunes, 12 de enero de 2015
NO PODÍA DEJAR DE TRANSITAR AQUEL CAMINO
-Se volvió loca-, decían todos. Pero nadie podía ver que hablaba con sus personajes a los cuales creaba y les daba forma. Una vez que cobraban vida, ya nada ni nadie los podía detener. Entonces, ya no era ella misma, ni controlaba su propia vida. Ellos ejercían tal poder sobre ella que ya no podía dejar de transitar aquel camino. -¿Cuál camino?-, preguntaban todos. -El de mis escritos-, respondía ella.
miércoles, 7 de enero de 2015
LOS ÁNGELES DEL TIEMPO
Los dos ángeles se enfrentaban en la puerta del tiempo. Como siempre, debían cruzarse para seguir su camino pero, como cada uno quería llevar la delantera al otro, ese instante en el que se veían la cara era terrible.
Mantenían una férrea competencia, cada uno quería demostrar que era el primero. El ángel del pasado decía que él ocurría antes, por lo tanto era el primero, pero el ángel del futuro, decía que él iba por delante del pasado, por lo tanto su posición era la delantera.
De todas maneras, lo cierto era que el verdadero temor de ambos, era admitir que dejaban de ser pasado y futuro en ese preciso instante en el que para cruzar la puerta del tiempo tenían que convertirse en uno. Allí y sólo allí perdían su identidad y quedaban al descubierto, sumergidos en un ahora que impasible, los esperaba en el mismo lugar siempre.
María de la Luz (Enero 2015)
Mantenían una férrea competencia, cada uno quería demostrar que era el primero. El ángel del pasado decía que él ocurría antes, por lo tanto era el primero, pero el ángel del futuro, decía que él iba por delante del pasado, por lo tanto su posición era la delantera.
De todas maneras, lo cierto era que el verdadero temor de ambos, era admitir que dejaban de ser pasado y futuro en ese preciso instante en el que para cruzar la puerta del tiempo tenían que convertirse en uno. Allí y sólo allí perdían su identidad y quedaban al descubierto, sumergidos en un ahora que impasible, los esperaba en el mismo lugar siempre.
María de la Luz (Enero 2015)
sábado, 3 de enero de 2015
EL LECTOR ATRAPADO
A Pepe le encantaba leer, desde que aprendió a hacerlo, los libros se habían convertido en sus mejores aliados y la lectura en su mayor entretenimiento. Para él no había otra cosa más maravillosa en este mundo que leer, pero en los últimos meses le sucedía una situación muy curiosa cuando leía ciertas historias.
Resulta que en algunas ocasiones se concentraba tanto en la lectura que quedaba atrapado por la historia que leía. Por ejemplo cuando leyó “Las aventuras del payaso Pepín”, no sabe cómo pero repentinamente se encontró dentro de la carpa del circo haciendo malabarismos, los niños del público le aplaudían entusiasmadamente, las luces y la música le aturdían los sentidos y el enano del circo le invitaba a bailar con él. El payaso Pepín le regaló una máscara para que se la pusiera, pero al tratar de colocársela en su cara, estaba de nuevo sentado leyendo, no era una máscara la que tenía en sus manos sino su libro.
Ni que hablar de la vez que leyendo el cuento de “La bicicleta Mágica”, se vio montado en el triciclo recorriendo el cielo, teniendo por único camino una hilera de nubes, guiado por el viento que le hacía girar repentinamente cambiando de rumbo. Recuerda claramente que por la velocidad que adquirió en un momento de su recorrido, se salió del camino que le señalaban las nubes y creyendo precipitarse al vacío pegó un gran grito, con el cual asustó a su madre que muy nerviosa acudió a preguntarle que le pasaba.
En otra ocasión se metió en el Belén de una historia de navidad que leía. No sabe como pero se vio caminando junto con los pastores y las ovejas, sintió mucho frío y mirando aquel cielo lleno de estrellas, se encontró asomado a la ventana de su habitación mirando el firmamento.
Y de la vez que, leyendo en el jardín de su casa el cuento de “La Lluvia Luminosa”, su padre lo encontró dormido sobre el césped, empapado por la llovizna que caía.
Y así le había pasado con otras cuantas historias. Lo cierto era que lejos de sentirse abrumado por lo que le acontecía, Pepe disfrutaba de sus lecturas y poco a poco había aprendido a sobrellevar aquella graciosa y curiosa situación.
María de la Luz (Diciembre 2014).
Resulta que en algunas ocasiones se concentraba tanto en la lectura que quedaba atrapado por la historia que leía. Por ejemplo cuando leyó “Las aventuras del payaso Pepín”, no sabe cómo pero repentinamente se encontró dentro de la carpa del circo haciendo malabarismos, los niños del público le aplaudían entusiasmadamente, las luces y la música le aturdían los sentidos y el enano del circo le invitaba a bailar con él. El payaso Pepín le regaló una máscara para que se la pusiera, pero al tratar de colocársela en su cara, estaba de nuevo sentado leyendo, no era una máscara la que tenía en sus manos sino su libro.
Ni que hablar de la vez que leyendo el cuento de “La bicicleta Mágica”, se vio montado en el triciclo recorriendo el cielo, teniendo por único camino una hilera de nubes, guiado por el viento que le hacía girar repentinamente cambiando de rumbo. Recuerda claramente que por la velocidad que adquirió en un momento de su recorrido, se salió del camino que le señalaban las nubes y creyendo precipitarse al vacío pegó un gran grito, con el cual asustó a su madre que muy nerviosa acudió a preguntarle que le pasaba.
En otra ocasión se metió en el Belén de una historia de navidad que leía. No sabe como pero se vio caminando junto con los pastores y las ovejas, sintió mucho frío y mirando aquel cielo lleno de estrellas, se encontró asomado a la ventana de su habitación mirando el firmamento.
Y de la vez que, leyendo en el jardín de su casa el cuento de “La Lluvia Luminosa”, su padre lo encontró dormido sobre el césped, empapado por la llovizna que caía.
Y así le había pasado con otras cuantas historias. Lo cierto era que lejos de sentirse abrumado por lo que le acontecía, Pepe disfrutaba de sus lecturas y poco a poco había aprendido a sobrellevar aquella graciosa y curiosa situación.
María de la Luz (Diciembre 2014).
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